La economía no es una ciencia segura; suele propender a navegar en muchas ocasiones en mares más que tormentosos, difusos; qué les voy a decir, entonces, de la interpretación de los indicadores macroeconómicos. Y más en tiempo de tribulaciones como los actuales. El paro y la afiliación a la Seguridad Social registran sus mejores cifras para un mes de septiembre. Es cierto. Pero solo indican eso. Realizar cualquier proyección ad futurumes tan aventurado como anticipar una alineación de Zinedine Zidane. Pero sí existen algunos elementos para el análisis. O por lo menos para intentar un análisis.
Septiembre, se decía, ha registrado una de las mejores series desde que estas arrancaran allá por los primeros años 90. Pero…
1.- Puesto que el ritmo de contratación en meses pasados ha sido muy escaso, el nivel de empleo en algunas empresas se ha mantenido porque ya estaba en su mínima expresión.
2.- La vuelta al cole y el personal extra necesario para hacer frente a las ratios exigidas por la Covid han sido una ayuda importante. En España, la Educación ha sumado 55.428 afiliados más a la Seguridad Social.
3.- Las empresas agroalimentarias están en la segunda fase de su temporada anual. A nivel nacional, la agricultura ha sumado 35.525 nuevas afiliaciones. Hay que decirlo con el pecho no muy henchido, pero a este sector no le ha ido nada mal estos meses, y menos a quienes estaban con buena posición en el exterior. Los turistas que no han venido al país han consumido producto agroalimentario español en sus lugares de origen. Este sector, junto con otros concretos –automóvil-, ha ayudado a equilibrar nuestra balanza por cuenta corriente tras el desastre del turismo. En Segovia, la Agricultura ha descendido su número de parados en 84 personas.
4.- No hay que olvidar que aún hay 700.000 personas en ERTE, que a día de hoy cuentan como afiliados al sistema nacional de Seguridad Social. Dentro de unos meses, ya veremos. (No es menos cierto que en abril del 2020 la cifra llegó a los 3,4 millones de trabajadores en esa situación).
5.- Por más que el tironcillo de septiembre haya dado oxígeno, no hemos recuperado, siquiera, el 50% del empleo perdido durante la pandemia. Y dicho esto, reléase el punto 4.
6.- Las cifras en el sector del comercio y en el de hostelería son bestiales, sumando entre los dos cerca de 320.000 empleos perdidos en escasamente seis meses (volvamos, por última vez, al punto 4). No hay que ser hipócrita y no reconocer que España ha experimentado en estos años una inflación galopante de establecimientos hosteleros, fundamentalmente de bares y restaurantes. Y muchos de ellos con extraños –he pensado durante unos minutos el adjetivo- mecanismos de financiación con proveedores. Ahora el mercado va a arramblar con los que no tenían músculo financiero. Lo verdaderamente preocupante, en cambio, es el subsector del comercio minorista, y sobre todo el tradicional (contabilicen, sin ir más lejos, cuántos comercios de la calle Real no son franquicias).
7.- Hablando de nuestra provincia, el número de parados ha bajado en 215 personas. El vaso medio lleno se produce al observar que ha afectado a prácticamente todos los sectores, el vaso medio vacío, o escuálido en la cantidad, se percibe en la tasa anual de desempleo, la mayor de toda Castilla y León, con un 25,19%.
Y dicho esto, hay que recordar que en unos meses se termina la cobertura de los ERTE. Y que después habrá que empezar a amortizar los créditos ICO. Y que el Estado lleva gastado 11.000 millones de euros en prestaciones ERTE. Y que la deuda ya ha superado el 110% del PIB… O sea, que dentro de poco se acabarán algunas bonificaciones en el IRPF y en el Impuesto de Sociedades y el IVA reducido verá cómo sale de su paraguas algunas actividades. Malos incentivos estos para el consumo interno.
