Titirimundi cerró ayer domingo su edición más complicada, la más difícil, con un buen sabor de boca a pesar de que ni las circunstancias ni la meteorología han sido las deseables; eso sí, la lluvia ha respetado más espectáculos que lo que algunas previsiones anunciaban.
La compañía Oligor y Microscopía bajó el telón del Festival Internacional de Títeres de Segovia en La Cárcel con un espectáculo de teatro de objetos que advierte sobre la manera de hacer turismo insostenible, y lo hacía precisamente en el Día Mundial del Turismo, cuando la ciudad recibió decenas de visitantes de otras provincias limítrofes, sobre todo de Madrid, en algunos casos fieles a la llamada del teatro de marionetas, en otros a la de la gastronomía segoviana e incluso a la oferta de museos y actividades, como la que organizó el Ayuntamiento de Segovia, desde el área de Turismo, que se sumó a esa efeméride con una visita guiada especial, ‘Torres de Segovia, cigüeñas al sol’, en torno al legado machadiano y al barrio de los Caballeros.
Durante mañana, tarde y noche Titirimundi ofreció 17 espectáculos en lugares emblemáticos de la ciudad como los jardines de los Zuloaga, donde Titiriteros de Binéfar ofrecieron Canciones de Titiriteros o las ruinas del antiguo convento de San Agustín, con el espectáculo ‘The Crazy Mozarts’, de Mundo Costrini, entre otros muchos.
“Llegas a Segovia, haces cuatro fotos del Acueducto y ya piensas ‘¿A dónde vamos?’, pero no has visto realmente el Acueducto, no lo has respirado, mirado las piedras y pensado ‘Esto lleva aquí tanto tiempo…’”. El actor Jomi Oligor (Navarra, 1973) describe así en una entrevista con Efe la crítica al turismo insostenible que hay implícita en la última obra de su compañía ‘Oligor y Microscopía’, que ha formado parte esta semana de Titirimundi.
“A lo mejor ese es el recuerdo que te vas a llevar cuando dentro de 30 años pienses que estuviste en Segovia: Vas a recordar si hacía frío o no, o si alguien te rozó al pasar… pero si llegas, haces las fotos y te vas a otra cosa no, no te vas a acordar de nada”, completa el artista.
‘La melancolía del turista’, como se llama esta pieza que cerró el festival, es una estimulación visual a través del teatro de objetos documentales que viene a dar un tirón de orejas a su público sobre la forma de conocer el mundo y la calidad de las vivencias que retienen en los viajes.
El otro pilar de la compañía, la actriz Shaday Larios (Ciudad de México, 1978), explica que esta obra habla de “la melancolía de sentirse viajero”, una sensación prácticamente imposible de conseguir en la actualidad.
“Te encuentras rodeado de toda la parafernalia del turismo, se gentrifican los barrios… Y tú piensas ‘no quiero esto’, pero te van bombardeando de todo este sistema y, al final, te viene la melancolía, ese quiebre de que no puedes ser viajero, que serás un turista allá donde estés”, relata.
Para salpicar a su público con estas reflexiones, los actores se han remitido a dos lugares, que prefieren que no sean revelados, pero que tienen en común haber sido destinos turísticos “emblemáticos” hace unas décadas y encontrarse ahora en absoluta decadencia.
En una relectura de la obra, Shaday Larios detalla que la pieza se ha actualizado aún más con el paso de la pandemia, y se dieron cuenta de ello tras ver ciudades como Lisboa completamente vacías mientras estaban de gira hace unas semanas: “Es la melancolía del turista total”, expresa.
También confiesa que, como artistas, la crisis sanitaria les ha llevado a un nuevo ejercicio de introspección, en el que se han planteado qué función tiene la cultura y el teatro “después de un cambio tan radical del mundo, de tantas muertes, y con esta sensación de trauma”, señala.
