El primer rayo de sol tocaba Sepúlveda y nada había cambiado. Era real: ‘Lorenzo’ se había llevado la vida de Víctor Barrio. La localidad segoviana amaneció de nuevo sonámbula. Imposible era conciliar el sueño tras la pérdida de su torero. El drama continuaba y desde primera hora de la mañana el tanatorio se vio desbordado por toreros y amigos del diestro, a la par que se apilaban innumerables coronas como gesto de cariño a la figura de Víctor. La Plaza de España esperaba abarrotada al cuerpo de Víctor y la iglesia de San Bartolomé fue el escenario del funeral, que concluyó con la última vuelta al ruedo del eterno torero. Familiares, políticos, toreros, amigos y aficionados se congregaron en Sepúlveda para despedir a Víctor Barrio, un ángel que ya torea en el cielo.
El tanatorio era un templo de silencio y lágrimas. La familia no podía ocultar el dolor. Joaquín, el padre; Esther, la madre; Ruth, la hermana; y Raquel, la viuda; eran el retrato de la cruz de esta vida. No había consuelo. Aún así recibieron el cariño diluido de los amigos que se había ganado su hijo, hermano y marido en el ruedo de la vida y en el de la plaza. “Todavía creo que es un sueño y que en cualquier momento va a aparecer por casa”, decía Raquel, con un nudo en la garganta.
El presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, encabezó la representación política para apoyar a la familia. Otras de las personalidades públicas que se acercaron hasta Sepúlveda fueron la presidenta de las Cortes, Silvia Clemente; la vicepresidenta de la Junta, Rosa Valdeón; el portavoz socialista del Senado, Óscar López; el vicepresidente de la Diputación de Segovia, Miguel Ángel de Vicente; la subdelegada del Gobierno en Segovia, Pilar Sanz; o el teniente de alcalde del Ayuntamiento turolense, José Luis Torán. Además, de los numerosos alcaldes de las localidades segovianas.
El mundo del toro se volcó con Barrio y una gran cantidad de toreros se acercaron para arropar a la familia. Entre los rostros más conocidos estuvieron Jaime Ostos, Palomo Linares, El Niño de la Capea, Curro Vázquez, Espartaco, El Soro, Juan Mora, El Fundi, Joselito, Enrique Ponce, Pepín Liria, José Tomás, Cristina Sánchez, Luis Miguel Encabo, Javier Vázquez, Uceda Leal, David Luguillano, El Juli, Miguel Abellán, Rafaelillo, José María Manzanares, Cayetano, Miguel Ángel Perera, El Capea, Paco Ureña o Posada de Maravillas, entre otros.
La dureza de la profesión y la empatía se vio reflejada en la cara de José María Manzanares. El diestro alicantino estaba roto por la pérdida de un compañero y rompió a llorar. También estuvieron los últimos compañeros de terna de Barrio, Curro Díaz y Morenito de Aranda, y su cuadrilla, que nunca olvidarán el trágico percance. Entre otros rostros conocidos estuvieron el cantante Caco Senante o el actor Máximo Valverde.
A las once en punto de la mañana salió el cortejo fúnebre y marchó en dirección a la iglesia de San Bartolomé, donde esperaban centenares de personas. Las campanas replicaban y los llantos no paraban de caer. A su paso por la Plaza de España el clamor se hizo evidente. La gente rompió a aplaudir como cuando terminaba una de sus grandes faenas. La figura era él. Los familiares introdujeron el féretro en la iglesia y dio comienzo la ceremonia entre flores y velas. Los mensajes de las coronas personificaban la ausencia de Víctor. Las familiares aguantaron el tipo, mientras su memoria quedaba a flor de piel.
Tras la misa, el cuerpo del torero fue llevado en volandas por sus compañeros de profesión, mientras que la gente iba abriendo paso al grito de “¡Torero!, ¡Torero!”. Víctor Barrio dio su última vuelta al ruedo en el mismo lugar donde antiguamente se instalaba la plaza de toros de Sepúlveda. Un recuerdo de época a la altura de un héroe de la tauromaquia.
El cadáver fue llevado luego hasta a Cantalejo, donde fue incinerado en el Crematorio de El Carmen de Cantalejo, en un acto íntimo donde participó únicamente la familia del malogrado diestro.
Al alejarse en el horizonte, se quedaron dos jóvenes promesas desoladas. Los novilleros Daniel Menés y Carlos Ochoa, que entrenaban con Víctor, se vieron inundados por la ausencia de su maestro y fue El Fundi, padrino de alternativa del torero segoviano, quien se acercó para alentarles y animarles.
Víctor Barrio enseñó un camino cargado de entereza y seguridad. Cuando se liaba el capote en el patio de cuadrillas ya sabía que iba a triunfar, consciente del trabajo realizado. A partir de ahora resultará difícil no verle anunciado en los carteles, pero ahí estarán Menés y Ochoa para honrarle.
Este vacío y dolor que deja la pérdida del segoviano no tiene consuelo alguno, pero el destello al que agarrarse para seguir en pie pasa sabiendo que se dejó la vida haciendo lo que más le gustaba: torear.
Y es que la vida es dura, pero el toreo va en serio. Ese es el recuerdo que nos deja un ángel, que ascendió hasta el cielo para poner en la cumbre del toreo su concepto y su calidad humana.
A partir de ahora, Víctor Barrio pasa a ser leyenda de la historia de la tauromaquia.