Hoy la Iglesia católica celebra la Exaltación de la Santa Cruz. En los primeros años del cristianismo posiblemente no fuera este un signo extendido; predominaba el pez dibujado en la arena a modo de saludo o de reconocimiento. Es a partir del siglo IV cuando adquiere mayor carta de naturaleza. Algo tuvo que ver el lábaro de Constantino en donde se representa el Chi y el Ro, monograma de Cristo en el que aparece una particular cruz aspada. Con posteridad los crismones repiten la enseña, como el que aparece en el tímpano de la magnífica portada de la Virgen de la Peña, en Sepúlveda, posiblemente copia del de San Pedro de Jaca, traído a Segovia por los canteros que acompañaban a Alfonso el Batallador. Al alimón de Constantino, ayudó a popularizar la cruz como símbolo su madre, Santa Elena, encontrando la cruz en la que fue crucificado Cristo –la vera cruz, la cruz verdadera-. Desde entonces se celebra la fiesta. Buen día el de hoy para acercarse a dos joyas de nuestra ciudad: el Convento de Santa Cruz La Real y la iglesia de la Vera-Cruz; aunque sea al exterior, aunque sea solo para recordar dos periodos muy distintos de nuestra historia: el Convento con su marchamo de ser la primera casa de los dominicos en la península; con su apabullante portada en las que se perciben las trazas de Juan Guas y la magna visión de Tomás de Torquemada, y con su cueva que se salvó de dos desamortizaciones seguidas –una, la de Mendizábal, por ser ermita y no pertenecer al clero regular, la otra, la de Madoz, por desidia-; y por otro lado la iglesia de la Vera-Cruz, probablemente de la Orden del Sepulcro, levantada al poco que la orden recalara en Occidente debido a la conquista de los Santos Lugares por Saladino. Pocos recintos me resultan tan atractivos. Y están aquí, tan cerca, a un paso de casa, enseñando sus maravillas no más se aguce la mirada.
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