Pocos serán quienes en España no recuerden su primer día de colegio después de un apacible veraneo familiar: los nervios de última hora preparando el material escolar, las nuevas caras, los viejos conocidos, las dudas sobre el profesor o profesora de turno, el golpe en la memoria de esos olores tan característicos que encerraba el aula, el sempiterno olvido del almuerzo que después servía de aperitivo en la comida que inauguraba los horarios y la nueva rutina diaria. Son las sensaciones que habrán asaltado a los 12.349 escolares que hoy han cogido la maleta o la mochila y se han dirigido hacia su centro escolar. Dentro de unos días otros experimentarán semejante sentimientos; otros que elevarán la cifra hasta los 23.769 alumnos que en la provincia de Segovia recibirán instrucción en este curso.
Hay, no obstante, algo que diferencia a los escolares de hoy de los de antaño: la amenaza de la maldita pandemia, que obliga a una serie de rituales, inesperados hace simplemente un año, y que enturbia la normal relación entre el centro educativo, el escolar y su familia.
Hay algunos padres –las estadísticas dicen que por el momento pocos en Castilla y León- que han decidido no hacer partícipes a sus hijos de esos momentos de socialización únicos. El miedo al contagio por un fallo en los protocolos de seguridad les lleva a no cumplir con la obligatoriedad que la Constitución española impone a la escolarización. Otros, muy pocos, simplemente rehúyen el sistema tradicional de enseñanza por lo menos hasta que sus hijos cumplan la edad de 6 años. España es de los pocos países europeos que no ha regulado la “Homeschooling”, o instrucción de los niños en casa. Posiblemente la pandemia aconseje volver los ojos a esta alternativa educacional, al menos en edad temprana, con sus pros y sus contras. Ayer, este periódico publicó un reportaje en el que se afirmaba que el absentismo laboral no sería calificado como delito –abandono de familia- por parte de los jueces ni tendría consecuencia en la atribución de la patria potestad. A la hora de escribir este editorial había recibido más de 9.000 visitas, ejemplo del interés que despierta esta circunstancia. Mientras tanto, habrá que recordar a los padres la obligatoriedad de la escolarización de los 6 a los 16 años, y a las administraciones y a los centros formativos la necesidad de respetar escrupulosamente los protocolos existentes sobre la materia, por más que algunos los vean ineficientes, y hasta que no se mejoren. Y de nuevo pedir unidad: al Gobierno y a las comunidades autónomas; a la comunidad educativa y a los padres. Unidad que conviva con la crítica y con la paciencia. Los niños, nuestros niños, lo merecen.