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Manuel Fernádez Fernández – Otra cosa…

por Redacción
29 de agosto de 2020
en Opinion, Tribuna
MANUEL FERNANDEZ FERNANDEZ 1
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Memento mori

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?

Cuando la diplomacia se arrodilla ante la Leyenda Negra

Con el titular que encabeza este escrito, en el ameno y polisémico libro “Serán cenizas, mas tendrán sentido”, el ya fallecido abogado, escritor y poeta, y promotor cultural, habitual colaborador de este Diario, Francisco de Paula Rodríguez Martín, titula uno de los capítulos, que son selección de los comentarios que cada mañana improvisaba sobre el teclado del ordenador y emitía por boca de Alfredo Matesanz, “la voz de la radio” en la “emisora amiga”, Radio Segovia, selección, a su criterio, de los cientos, miles, de artículos radiados en el periodo de 1983-95, de temática tan variada, aunque preferentemente local, tan segovianista como él lo fue, que tanto aportó a Segovia, a su ámbito cultural: “Las fachadas”, “El nivel del ruido”, “Ser turista en Segovia”, “El Marqués de Lozoya”, ”Cándido”, “Don Juan de Borbón”, “Los gitanos”, “La música y Segovia”, “Luis Felipe de Peñalosa”, “El teatro en Segovia”, “Otra cosa”…

En este artículo, “Otra cosa”, comentaba el orgullo, respeto y estima de los segovianos hacia su tierra, y recordaba la cita del libro de Quevedo “La vida del buscón llamado Don Pablos”, en el que este pillo personaje, hijo de ladrón y alcahueta, como contrapeso de sus limitaciones e indignidades, alega “Yo, señor, soy de Segovia”.

Y en el artículo habla, poniendo los valores de la imponente Florencia, como valores de una ciudad en sí, trasladándolo a nuestra ciudad dice textualmente: “algo así, sin que nos demos cuenta, pasa en Segovia, de tal modo que el turista que baja por Daoiz, al ver el Alcázar, o el que toma una cerveza en la Plaza contemplando la catedral sienten esa emoción indefinible, mezcla de emociones históricas y estéticas, que son el verdadero reclamo de algunas, muy pocas, ciudades históricas. Y no digamos cuando se pone delante del Acueducto”.

Puedo decir que la primera vez que avisté el Acueducto de Segovia, viniendo de mi Valladolid natal no fue menor que al ponerme frente a las imponentes pirámides de Egipto, o las precolombinas mejicanas, el ateniense Partenón, o los impresionantes templos y pagodas tailandeses…, Segovia no es única, pero está en la breve nómina de ciudades universales.

Sin embargo, en el siguiente párrafo comenta Paco el descuido, desidia y escaso mimo con que esta ciudad es tratada, descuido que a nuestro prócer segoviano y segovianista Antonio Horcajo Matesanz, en su prólogo al libro del Marqués de Lozoya “Segovia desde la ausencia” le llevó a decir “Ah, Segovia, qué buen espacio si tuviera buen gestor”: “Las declinantes, descuidadas y frecuentemente ruinosas fachadas de casas y palacios; las vallas de obras, cubiertas de pimpajos de carteles que no anuncian nada; la suciedad rampante de las calles y su pavimento deshecho; los restos de obras; los canalones colgantes; y la misma manera que componen nuestros comercios …”. “Y no hay estímulo en esto: basta leer el programa de festejos de cualquier barrio para comprobar lo que se dice”.

Termina el capítulo este hombre que tanto amó a Segovia, y tanto la sirvió, a su cultura y su turismo, su renombre a nivel nacional y más trascendiendo fronteras, diciendo: “Imagínense una ciudad limpia hasta donde se alcance: sin vallas cochambrosas, con servicios puntuales, con lugares públicos cuidados y netos, con gente amable y contenida, como Basilea, Siena o Heildelberg”.
Yo añado, porque me subleva cada vez que lo paseo, ese denso cableado colgando por las fachadas de la zona céntrica, histórica, turística; los nada artísticos ni asépticos, y a menudo desbordados, contenedores en las calles y avenidas más céntricas y transitadas, como la Avenida del Acueducto o las bocacalles que dan a la Calle Real; las losas rotas o levantadas y sucias, la profusión de registros o tapas de alcantarillado, red de aguas, de energía eléctrica, teléfonos, etc; los profundos y amplios baches; la ausencia de servicios que propicia, aunque no justifique, los orines en calles, o incluso en el mismísimo Acueducto, que en dos ocasiones hube de llamar a la policía local por jovencitos que se aliviaban en los nobles ancianos sillares del emblemático monumento, las capas y regueros de orines, bebidas y vomitonas de calles céntricas o que dan a la principales vías urbanas, que tanto distan de esa “Segovia limpia y guapa” que se publicita por la ciudad.

Efectivamente es “otra cosa”…

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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