Todos hemos tenido alguna vez problemas de agenda, de días de esos en los que se superponen planes y no hay manera. Gran Bretaña amaneció tal que así y suele ser raro que los ingleses superpongan planes. A Wimbledon se le sumaba el GP de Gran Bretaña de Fórmula 1 en Silverstone y a ello el capricho del Tour en su periplo inglés. Un desconcierto para la elección, un guiño al imperio.
Tras la primera jornada en la que no suele pasar nada y el guion establecido suele cumplirse como así fue, la segunda etapa de la ronda gala tenía un aroma a clásica antigua de las de romper piernas y hacer heridas en las rodillas. Solo la prudencia evitó de lo segundo aunque lo primero, también de manera prudente, quiso evitarse sin imponer a la carrera el ritmo de clásica que hubiera hecho una selección impropia del segundo día de una gran vuelta.
Aunque para impropio en la ronda gala era un segundo día así. Nueve cotas puntuables asomaban en el libro de ruta que Kittel escondió como un pan bajo el brazo dejando claro que esta juerga no iba con él.
Día Sagan
Con un perfil ‘clasicómano’, Peter Sagan partía en las quinielas como principal favorito a la vicoria de etapa y al liderato, que iban de la mano. Peter Sagan es un corredor que, digámoslo desde ya, nos cae simpático por representar el canalla que todos llevamos dentro y que solo él es capaz de poner en funcionamiento en acontecimientos así. A buen seguro, pronto ocupará el cuadro del protagonista.
Los nervios se hicieron notar desde mitad de carrera en forma de posicionamiento y estrategia. Los grandes líderes (Froome, Valverde, Contador y Nibali) jugaron desde ahí su partida de Risk y en el continuo trasiego de puertos puntuables y no puntuables, se encargaron a través de sus efectivos de limar la moral y las piernas de los rivales.
En estas el primer susto de la jornada fue para Richie Porte, el delfín de Froome y, a buen seguro un corredor que dará éxitos al Sky siempre que el Sky quiera. Su caída llegó a dejarle a un minuto y medio de la cabeza de la carrera aunque finalmente su coraje y buen hacer le acercaron a Froome siempre encantado de ello.
Por delante del pelotón marchaba Pierre Rolland que lo intentó desde la primera fuga con más ganas que intención. Es Pierre Rolland uno de esos nombres que nunca falla a su cita con la escapada, con la intentona, una nota de piano en el silencio.
Jerkin Road
La primera de las batallas habría de librarse y asi fue en Jerkin Road. Mucha tinta sobre una cuesta de 800 metros con desnivel medio del 10% -hay quien llegó a medirlo en rampas del 30, un imposible salvo con horquillas de hierro- que no defraudó pero que en ningún caso fue suficiente para marcar distancias.
Tras el giro de curva de 90 grados, como quien esconde un regalo, se encontraba la cuesta tan británicamente vallada que nos impidió ver el espectáculo paralelo de disfraces e imprudentes aficionados en busca del minuto de oro para la desesperación del deportista.
Contador, bien situado en la parte derecha del pelotón y con menos miembros de su equipo que el resto de líderes, asomó pronto y quiso marcar el ritmo. A su rueda salió Nibali, Valverde y Chris Froome que parece que nunca está pero está. Tanto que a 200 de meta quiso poner su pica en Flandes y lanzó un ataque que sirvió para poco más que enseñarles la parte trasera de la bici a los rivales.
Todo parecía entonces que se decidiría al sprint con la baza patria de Valverde. En esos momentos de tensión previa y velocidad punta, de marcaje al hombre y parones, Nibali lanzó un astillazo que alcanzó una distancia considerable para el poco recorrido a la meta. No le dieron caza, pese a las intentonas de los sprinters de coger al galgo. El italiano levantó los brazos en meta que le sirven por este orden, para vestirse de amarillo y para presentar su candidatura a París.
