Los sindicatos se preparan para sacar hoy a la calle a miles de trabajadores en contra de la reforma laboral impulsada por el Gobierno, que podría ser una prueba de fuego para ver si más adelante es factible convocar la tan nombrada huelga general.
Mientras más de cinco millones de personas están desempleadas actualmente en España, los expertos dicen tener claro cuáles son los demonios del mercado laboral nacional desde hace 40 años: el elevado índice de paro ha duplicado a la media europea; y la perenne dualidad entre trabajo temporal y fijo. A lo que se añaden otros males, como una fuerte dependencia de sectores motores, como la construcción y turismo -donde, a menudo, se requiere mano de obra poco cualificada.
La ministra de Empleo, Fátima Báñez, ha defendido la actual reforma laboral afirmando con rotundidad que el Gobierno busca «que no haya despidos» y que se trata de un documento «muy pensado», sobre todo, para los jóvenes y los cinco millones de parados.
Como ella, los diferentes Ejecutivos nacionales han acometido desde 1980 ocho reformas laborales con mayor o menor fortuna. La primera de ellas fue realizada bajo la tutela del presidente Adolfo Suárez (UCD), y supuso la democratización de las relaciones entre empresarios y trabajadores a través de la negociación colectiva. Alcanzó una tasa de desempleo del 12,4%.
Las cuatro modificaciones posteriores correspondieron a los Ejecutivos liderados por Felipe González (PSOE), que se inició en 1984 con un nuevo contrato temporal, lo que supuso un importante lastre para los ministros posteriores (21% de desempleo), y que finalizó en 1994 con una estructuración de calado que le costó a Griñán una huelga general y un 23,9% de paro.
Aznar (PP)dio luz verde a dos nuevas normas (1997 y 2002) que no sirvieron para reestructurar el sistema del desempleo, pero que redujeron el paro del 20 al 11,6%. La penúltima reforma llegó con Zapatero, que no atajó una crisis y que se lo llevó por delante. La octava modificación arrojó un índice de desempleados del 20,3%.
