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José María López López – Humanizar la humanidad, practicando la proximidad

por Redacción
23 de agosto de 2020
en Opinion, Tribuna
JOSE MARIA LOPEZ 1
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Tiempos inciertos

Es el título del escrito del obispo Pedro Casaldáliga, seguidor fiel de Jesús de Nazaret y de su mensaje evangélico, “pastor ejemplar, profeta valiente, poeta de gran altura y místico de ojos abiertos”(Leonardo Boff), como respuesta al premio internacional de Cataluña que le concedió la Generalitat en 2006, por “defender las causas de los derechos de las personas y pueblos marginados y hasta prohibidos. “Causas, específicamente de nuestra América: la tierra, el agua, la ecología; las naciones indígenas; el pueblo negro; la solidaridad; la verdadera integración continental; la erradicación de toda marginación, de todo imperialismo, de todo colonialismo; el diálogo interreligioso, e intercultural; la superación de ese estado de esquizofrenia humana que es la existencia de un primer mundo y un tercer mundo (y un cuarto mundo también) cuando somos un solo mundo, la gran familia humana, hija del Dios de la vida.

El objetivo y la mediación de todas esas causas nuestras se pueden formular en este postulado: Humanizar la Humanidad, practicando la proximidad. ¿Es una utopía? ¡El Evangelio es una utopía mayor! Adaptando la palabra del poeta, titulé así mi última circular: “Utopía necesaria como el pan de cada día”. No la utopía quimérica que arribaría a un “no-lugar”, sino un proceso esperanzado que navega hacia un “lugar-otro”, ¡un “buen-lugar”, eu-topía!”

“La globalización actual, continuaba en su escrito Casaldáliga, con todos sus pecados graves, tiene como contrapartida la virtud de hacer que hoy, como nunca, la Humanidad se sienta “una”. Estamos descubriendo, por necesidad, que navegamos en un mismo barco. Como ahora nos encontramos todos con todos, debemos optar o por chocar unos contra otros, en la intolerancia y en la agresión, o por abrazarnos en la comprensión y en la complementariedad. La más esencial tarea de la Humanidad es la tarea de humanizarse. Humanizar la Humanidad es la misión de todos, de todas, de cada uno y cada una de nosotros. La ciencia, la técnica, el progreso, solamente son dignos de nuestro pensamiento y de nuestras manos si nos humanizan más”.

El Papa Francisco nos está recordando, en sus últimas catequesis, que esta pandemia ha puesto de relieve por un lado lo vulnerables e interconectados que estamos todos y por otro ha dejado al descubierto la difícil situación de los pobres y la gran desigualdad que reina en el mundo. “Y el virus, si bien no hace excepciones entre las personas, ha encontrado, en su camino devastador, grandes desigualdades y discriminación. ¡Y las ha incrementado!.

La respuesta a esta pandemia debe ser doble: por un lado, es indispensable encontrar la cura para un virus pequeño pero terrible, que pone de rodillas a todo el mundo. Por el otro, tenemos que curar un gran virus, el de la injusticia social, de la desigualdad de oportunidades, de la marginación y de la falta de protección de los más débiles. Humanizar la humanidad, practicando la proximidad.

Se tiende a equiparar la humanización con el trato cálido, acogedor, en las relaciones asistenciales. Casi como si lo más genuinamente humano estuviera en estas cualidades de las relaciones de ayuda. Hablar de humanización, en cambio, es mucho más comprometedor: reclama la dignidad intrínseca de todo ser humano y los derechos que de ella derivan.

“Humanizar una realidad significa hacerla digna de la persona humana, es decir, coherente con los valores que percibe como peculiares e inalienables, hacerla coherente con lo que permite dar un significado a la existencia humana, todo lo que le permite ser verdadera persona. Ser rico en humanidad consiste en restituir la plena dignidad y la igualdad de derechos a cualquier persona que se vea en dificultades y no pueda participar plenamente en la vida social” (José Carlos Bermejo).

Sin dejar de tener una mirada y una sensibilidad universal, no puedo por menos re-cordar (traer al corazón) a los ancianos en residencias que, por el rebrote del coronavirus, vuelven a ser “inhumanamente confinados”, sin relaciones personales con los suyos. ¿No habrá otro modo de humanizar su situación?

Así imaginó el obispo Casaldáliga el Gran Encuentro con Dios, el Amado, al que sirvió en los condenados de la tierra: «Al final del camino me dirá:/y tú, ¿viviste? ¿amaste?/Y yo, sin decir nada,/abriré el corazón lleno de nombres».

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