El ser humano es reacio al cambio, a la ruptura, al abandono, hasta que las circunstancias pesan de tal manera que no le queda más remedio que aceptar que la salida es la única alternativa posible. La voluntad se hace la remolona y procrastina una decisión definitiva: nadie se va voluntariamente, son las circunstancias las que empujan a irse. La concejala De Santos deja el Ayuntamiento de Segovia después de trece años de ocupar un puesto de responsabilidad pública. Ser regidor de un municipio es de los cargos más complicados de ejercer; por más atractivo que sea trabajar para el pueblo propio, para la comunidad en la que se vive y se convive, la responsabilidad es mucha y se ejerce a todas las horas. A un diputado en Cortes o a un procurador el ciudadano no le asalta por la calle para exponerle un problema concreto de un lugar concreto. A un concejal, sí. Por muy grande que sea la ciudad. Qué decir de los alcaldes de municipios pequeños. La Ley de Régimen Local, desde 1945 a 1985, los dota de gran poder, pero porque su carga es grande. Muchos de ellos, con amplio anclaje en el pasado, no supieron entender las limitaciones que con posterioridad se impusieron en distintas materias, por ejemplo la urbanística, y así les fue y así nos fue.
La concejala De Santos se va después de un año de tomar posesión de su nuevo cargo. Raro es el momento, pero no el procedimiento. Se irá alentada por circunstancias dispares, pero no producto de un escándalo o de una mala gestión. Cosa desgraciadamente inhabitual en estos tiempos. Ayer se emocionaba recordando la despedida que le hicieron los alumnos de su colegio cuando lo dejó para dedicarse a la política. “Que seas buena”, le dijo uno de ellos. ¿Qué es ser buena en política? Posiblemente consista en marcharse de un cargo público sin que la conciencia te obligue a explicarte, a justificarte o a defenderte.
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