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Julio Montero – La máscara de la mascarilla

por Redacción
24 de junio de 2020
en Opinion, Tribuna
JULIO MONTERO 1
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Sin pagar, ni pedir perdón

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Lo de la “nueva normalidad” es un ejemplo claro de “fake”. No añado “news” porque ya no es noticia siquiera. Dicho en castellano llano: la nueva normalidad es un timo de asesores de comunicación. Los científicos de la comunicación lo llamarán con términos tan precisos como “el encuadre de la desescalada”. Y los más sofisticados como el “framing” de la postcrisis. Casi me atrevo a asegurar que alguna revista académica montará un monográfico sobre el asunto para acaparar citas.

Los encuadres son un filtro para las miradas de los ignorantes, que para los expertos en comunicación somos todos menos ellos. Y no les falta razón. Es un decir al personal: “chicas, chicos, mirad desde aquí y con estas gafas y lo veréis todos mejor y más claro y además veréis todos lo mismo”. Y lo puede hacer cualquiera… con los recursos suficientes para animar a los medios a poner las cámaras en ese tiro y con esos filtros.

La nueva normalidad será primordialmente eso: una novedad que no será normal. Un modo de justificar cualquier intervención estatal invasora en el ámbito privado que hasta ahora se mantuviera a salvo. En definitiva: un recorte sustancial en los derechos de los españoles. Y esa invasión intentará presentar una ideología como el mejor modo de ser libre. Será una reforma práctica de la constitución sobre todo del capítulo segundo: “Derechos y libertades”. Y todo ello gratis: sin reformar la constitución formalmente.

De hecho, el principio de igualdad ya se ha convertido, en la práctica, en el principio de desigualdad. Ya no somos iguales ante la ley: ni hombres, ni mujeres; ni menstruantes, ni eyaculantes (según la original fórmula del nuevo feminismo); ni catalanes, ni vascos, ni resto de los ciudadanos españoles; ni católicos, ni musulmanes, ni judíos, ni ateos; ni ricos, ni pobres; ni políticos, ni ciudadanos de a pie; ni homos, ni heteros; ni activistas políticos de un bando, ni los del otro… Y eso que aún no nos hemos metido con la atención de las reivindicaciones históricas.

La nueva normalidad será una nueva normatividad, mas agobiante. Las leyes y las regulaciones camparán a sus anchas y quitarán libertad a las gentes libres. Ese ha sido siempre el resultado de crisis profundas. La más tremenda fue la que siguió a la Primera Guerra Mundial, porque ningún estado, ningún gobierno se resiste a reducir su poder una vez que lo ha probado. Sí aprenden modos distintos de ejercerlo. Más sutiles. Ahora no se aducirá como entonces la salvación de la patria. Ahora basta con que la salud se sienta amenazada. Y será suficiente con acusar a cualquier resistente a llevar mascarilla de atentar contra la salud de los demás para hacerle notar las cadenas.

Las mascarillas son un excelente modo de recordarnos nuestro miedo a morir y los esfuerzos por alargar nuestra vida, que aunque sea más estabulada, justificará la intervención de la policía. Ya lo han ensayado y han comprobado que ni siquiera se necesita lógica: en plena pandemia, en sus momentos más crudos, solo eran recomendables. Cuando la cosa ha aflojado tanto que hasta los servicios médicos son normales es absolutamente necesaria. Pero si estás sentado con los amigos en una terraza no es peligroso no llevarla. Tampoco si haces deporte, si corres; pero sí si paseas. Si hasta las manifestaciones no son malas (dependiendo de quién las organice), ni hay peligro en los entierros (según sea la tendencia del muerto que se sepulta).

No es de extrañar por tanto que el nuevo mantra de la publicidad política se centre en usar bien la mascarilla: así cualquier miedoso (incluidos los paranoicos) se transforma en potencial denunciante. Ya no basta con llevarla: hay que llevarla bien. Eso sí: solo cuando haya que llevarla. El anuncio recuerda los de vigilad a los traidores y espías, tan propios de las guerras y dictaduras.

Esta querencia por el poder creciente no es cosa de izquierdas ni de derechas: es de aspirantes o ejercientes de ello. Todos empeñados en hacernos buenos según su patrón. Todos empeñados en salvarnos de lo que consideran un peligro (sobre todo del pensar por nuestra cuenta y más aún el decirlo). Todos empeñados en salvarnos la vida de una u otra pandemia. Todos decididos a imponer la tranquilidad y a que nadie proteste. Y eso sí: todo con la máxima limpieza, con las medidas de higiene garantizadas. En la nueva normalidad la policía llevará uniformes blancos, porque serán los agentes benéficos de la terapia social, cultural y política. Señores políticos: la normalidad del corral para borregos que mantenéis en vuestros partidos no la queremos para el país. Queremos la normalidad normal.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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