Señor director:
Afortunadamente, la alarma provocada por la pandemia comienza a remitir y volvemos a disfrutar del buen tiempo por los parques y las calles de nuestra querida Segovia. Se acercan las Fiestas de la ciudad y, con mucha precaución, tal vez podamos celebrar que regresamos a una cierta normalidad.
Y, sin embargo, para los vecinos de la Calle Corral del Mudo, situada junto a nuestra Catedral, en el mismo corazón del recinto declarado Patrimonio de la Humanidad, empezará de nuevo la pesadilla que se repite cada fin de semana y se redobla en las noches de las Ferias de Segovia. Hora tras hora y hasta el amanecer, decenas de jóvenes, provenientes de los bares de los alrededores, aprovecharán la minúscula iluminación y la falta de vigilancia de las autoridades para aliviarse, una y otra vez, en los muros que delimitan la calle. De nada servirá remitir cartas a los responsables municipales denunciando la situación, como hemos hecho en múltiples ocasiones. Ni requerir a la policía local para que sancione, como es exigible, a quienes usan la vía pública como aliviadero de todas las formas posibles entre risotadas, burlas y veladas amenazas a los vecinos.
Después de muchos años cerrada, la Calle Corral del Mudo fue recuperada con esfuerzo por el Ayuntamiento de Segovia para mejorar el barrio histórico amurallado; los vecinos hemos contribuido rehabilitando las viviendas y cuidando los espacios de la mejor forma posible. Ahora, solamente pedimos a la autoridad municipal que nos permita ejercer nuestro derecho a vivir en paz en esta zona de la ciudad, dotándola de iluminación suficiente, garantizando la seguridad de residentes y viandantes, impidiendo en ella usos degradantes. Como hemos planteado en reiteradas ocasiones, proponemos mant ener la calle abierta al uso público en las horas de sol y permitir el tránsito solo a residentes durante la noche, práctica habitual en áreas similares de otras ciudades; solo así obtendríamos la tranquilidad y seguridad que nos merecemos.
En caso contrario… llegará la mañana y volveremos a avisar a la contrata municipal de limpieza para que retire, con manguera y detergente, los restos de la batalla: residuos higiénicos, excrementos, regueros brillantes de olor repulsivo. Con suerte, nadie habrá trepado por la fachada de las oficinas municipales de Servicios Sociales para entrar en ellas aprovechando la oscuridad, como ha ocurrido tantas veces. La Calle Corral del Mudo continuará degradándose y, con ella, nuestro recinto amurallado, el legado cultural que constituye el principal motor de la economía de esta pequeña ciudad.
Enrique Gilarranz Leonor