Las redes sociales se llenaron estos últimos días de canciones y de frases escritas por Pau Donés, líder del grupo Jarabe de Palo. De repente por unas horas hubo consenso en España: fue alguien que ayudó decisivamente a desdramatizar la palabra ‘cáncer’ y dio una lección de cómo afrontar la enfermedad con optimismo, planes de futuro y una sonrisa. Su último disco, grabado en la recta final de su vida y coherente con el resto de su trayectoria musical, es un alegato a disfrutar los días, a no perder el tiempo, a valorar los buenos momentos y a algo que está desapareciendo en la sociedad: dedicarnos a ser felices y a mirar hacia dentro, hacia lo que tenemos, en una época en la que estamos inmersos en una permanente recepción de mensajes de crispación y de odio.
Quizás ese consenso a la hora de valorar y agradecer a Donés su legado viene de que se percibía que sus palabras iban acompañadas de hechos. No eran entrevistas o canciones con mensajes de cara a la galería que se quedaban ahí sino una definición de una forma real de vida marcada por no molestar a nadie y sí aportar, y que en cinco años de enfermedad además se tradujo profesionalmente en dos discos más, dos giras y un libro. Nos daba en sus letras razones para sumarnos a su ideal de vida, que en teoría cualquier querría pero que en la práctica a veces nos despistamos y le regalamos el tiempo a lo que nada aporta y a quienes no nos hacen mejores.
Si hiciéramos un análisis de todas las opiniones que leemos en redes sociales durante un día cualquiera, es probable que predominen las quejas, las críticas negativas, los bulos, los reproches, las rivalidades ideológicas… antes que los agradecimientos, las felicitaciones o el reconocimiento de un trabajo bien ejecutado. Hemos dado por hecho lo bueno, como si fuera una obligación que se produce sin esfuerzo y que no conviene recalcar en exceso para no parecer odiosos, y dedicamos más espacio a escuchar y a adorar a quienes quieren dividirnos o empujarnos al barro en el que tan cómodos se sienten algunos, muchos además seres anónimos que ni conocemos.
¿Cuántas de esas quejas o insultos vienen acompañadas de una propuesta de mejora sobre el tema del que se habla? Ninguno, algo aplicable también a los debates en el Congreso. Escuchamos reproches, insultos, comparaciones con tiempos pasados, los ‘y tú más’… y nadie saca una hoja llena de propuestas eficaces que complementen o sustituyan las existentes con el objetivo de avanzar y crecer. ¿Por qué? Por ignorancia sobre lo que se opina y porque hacerlo no da ‘likes’ ni repercusión en las redes ni en los medios de comunicación, y eso sería un fracaso comunicativo. Todo lo que sucede allí se ve representado después en la calle, en los grupos de Whatsapp y en las redes.
Generalmente las quejas nunca son constructivas, son solo protestas que tienen efecto cortoplacista y que nada aportan más que el intento de sumar adeptos a una causa que consiste en minusvalorar al que piensa y actúa diferente. Parte de la sociedad encuentra más placentera la crispación que la convivencia tranquila (no confundan tranquilidad con condescendencia), el insulto que el debate argumentativo, y lo grave es que está arrastrando a muchos que antes no eran así y que al final terminan entrando en el juego. Y aún peor, se está silenciando a gente con mucho talento y creatividad que prefiere no exponerse al escarnio de las masas, enfurecidas ellas por el tema que toque ese día; tienen para elegir.
Canta Jarabe de Palo en el tema que da título a su último disco, ‘Tragas o escupes’, lo siguiente: “Yo voy a lo mío/ del resto ni pío/ Vivo a mi manera/ marco el paso decidido…/ Oye, que yo a lo mío/ ni me quejo ni critico… entendiendo como ‘critico’ esa afición al chisme y a la envidia tan nuestra. Personajes como Pau Donés hacen, probablemente sin darse cuenta, más por la convivencia pacífica que cualquiera de estos agitadores, anónimos o no, que están creando un clima social y digital (sí, son dos cosas diferentes que al final confluyen) muy poco sano.
En nuestra mano está no caer en esa trampa y contribuir a levantar un país que necesita la ayuda si no de todos, sí de la inmensa mayoría, y para ello no hace falta que tengamos la misma ideología ni creencias parecidas; la diversidad tiene que jugar a nuestro favor. Decidan en qué lugar se encuentran más cómodos, queridos lectores/as. Yo me quedo sin dudarlo en el que habitaba Pau Donés.
