Ha hecho muy bien Julio Montero al contrariar al amigo que le desaconsejaba republicar sus columnas. Juntas, cobran una dimensión desconocida. He vuelto a leer muchas de las que aparecen reunidas en Cómo ser un buen homo sapiens… y más, porque las había disfrutado recién salidas de imprenta, pero volver a ellas me ha permitido conocer aún más a Julio. Sus tribunas siempre conducen al mismo lugar: a una visión natural de la realidad, pura, sin rodeos. Montero escribe al humano modo, interpelando al que lo sigue. No solo se expresa bien, sino que piensa mejor. Y logra lo que los grandes consiguen a veces: mover a la reflexión. Eso me ha vuelto a pasar con su libro, repleto de sugerencias y de invitaciones a la introspección.
Comparto con Julio la grafomanía. Pero la suya es de mucha mayor calidad, porque él escribe como los ángeles y tiene más razón que un santo. Como persona atenta a lo que pasa, y especialmente a los comportamientos individuales o colectivos, sus observaciones son profundas, con intención de perdurar. Por eso ha sido un acierto agavillarlas en un único texto, que podrá mantener su frescura durante años, porque los temas que aborda Montero Díaz son los de toda la vida.
Quienes leemos a Julio Montero semanalmente sabemos que sus consideraciones no vuelan como el verbo. Permanecen como lo escrito. Y precisan de tiempo para su sedimentación, porque son de las que hacen discurrir. Mi buen padre tenía una carpeta azul con gomas en las que iba recopilando las Terceras de ABC que le parecían soberbias. Apuesto a que metería ahí los artículos de Julio.
Nada más conocer a Montero Díaz me percaté de inmediato de su hondura intelectual. Y de su trasfondo humanístico y formidable cultura. Nada le es ajeno, como se demuestra en su nueva obra, y busca ante todo echar su cuarto a espadas desde esa peculiar óptica monteriana. Quien trate de encontrar en este libro una correa de transmisión del odioso más de lo mismo que invade a la prensa actual, de ese corrección política ya convertida en puritanismo progre, se llevará una gran decepción, porque Montero apunta a simas más íntimas, al centro mismo de los verdaderos intereses superiores del sapiens, sapiens.
Publicaciones como esta son necesarias. Y también sus refrescantes ventanas semanales al papel o a la pantalla, aquí en El Adelantado. Nos permiten aprovechar para detenernos en lo fundamental, huyendo de esa insoportable levedad de lo fútil, de lo que no llega ni a rozar tantas veces nuestra atención. ¡Cuánta opinión cotidiana no sirve ni para envolver el pescado del día siguiente, o el calzado tras ponerle medias suelas!.
Los Cavias que Julio Montero incluye en su tomo nos permiten ilusionarnos con ese periodismo con criterio, sensato y punzante, que tanto hace falta en estos tiempos presididos por el relativismo trocado en nihilismo. Y por eso debe felicitarse a este diario y a la editorial por tener valor al apostar por una artículos y obras así.
Cómo ser un buen homo sapiens… es, en fin, un formidable antídoto frente a muchos males que nos afectan. Y se puede administrar sin consultar al boticario.
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(*) Académico Correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española.
