CARLOS PORRO
No es tiempo de volver a explicar nuevamente, por no insistir y preocupados por lo que estamos sufriendo en este tiempo, que la tradición oral de un país se define de manera certera, clara y cabal por los estilos, funciones, repertorios, maneras de interpretar y sobre todo por el lugar y tiempo en el que se plasma además de servir de agarradero en los tiempos peores como vemos con las frecuentes actuaciones de dulzainas y canciones que asoman por las ventanas en este dolor. Fuera de esos tiempos y lugares determinados por herencia del ritual y la vida hemos de hablar de otras formas musicales, estilos y modos donde se acomoda todo aquello que toma referencia bajo diversos academicismos o prácticas de estos motivos considerados ahora actualmente como «folklóricos». En este estado se encuentran los colectivos profesionales o aficionados de grupos de voces blancas o corales polifónicas, grupos de coros y danzas aún los llamados «etnográficos», de música folk, antigua, new age, de pulso y púa, de raíz o bandas de gaitas pues realmente nuestro patrimonio tradicional es propio de espacios muy determinados -los pueblos principalmente- desarrollado en tiempos y ciclos específicos -bodas, rondas de mozos, en trabajos del campo, procesiones, Semana Santa y navidades, fiestas, quintería o Carnaval- y realizado por los protagonistas y depositarios de ese patrimonio en tanto en cuanto se haga, que se hace aún, no lo olvidemos.
Todo ello lo analizamos en la conferencia impartida en la Real Academia de San Quirce el pasado día 6 de marzo. Es de agradecer que este lugar preeminente de la cultura segoviana dignifique el valor de la Tradición Oral recogiéndolo aquí, pues arrumbada en la memoria espera paciente volver a la vida tan siquiera en las entrevistas, ediciones o recopilaciones que a día de hoy los etnógrafos o particulares seguimos realizando casi contra corriente.
Allí repasamos esta tradición oral desde los discos de pizarra que recogen los primeros repertorios originales segovianos. Aunque siempre indicamos que fue Marazuela quien más pronto editara en España repertorio con dulzaina castellana recientemente hemos documentado una grabación en disco de pizarra realizada entre 1913-1917 en la casa Atlanta de Buenos Aires, por un dulzainero desconocido que acompañado de tambor grabó una «jota aragonesa». Sí sería el maestro quien registrara las tonadas castellanas de bailes de rueda y entradilla en los discos de 1930, seguido por Paulino Gómez ,el tío Tocino (1945), las recopilaciones de Alan Lomax (1955) y García Matos (1958-1961). A principios de los años 60 y 70 se grababan los toques de dulzaina de Serafín Vaquerizo y Manuel Casla que se editaban comercialmente en cassette (en 1961, 1969, 1973, 1977 y 1981), Aureliano Muñoz (1965 y 2001), Marazuela (1969), Los Silverios (1977 y 1981), Mariano y Félix Contreras (1978, 1979, 1986, 1992 y 2000), Gregorio y Vicente García (1978 y 1983), el Tío Cerillas y el Tío Marino de Lastras (1980 y 1981), Facundo Blanco y Paco García de Caballar (1982), Gregorio García de Cuéllar (1985 y 1991), Luis Barreno (1986), los paloteos de Aguilafuente (1987), el repertorio de los Merinines de Fuentepelayo (1990), Canciones y danzas de Cuéllar (2000), el repertorio de Crescencio de Santa María de Nieva (2008), Canciones de Sepúlveda (2008), el paloteo de Armuña (2008) y las canciones cuaresmales de Bernuy (2011).
Anotamos también y revisamos la mayor parte de los cancioneros publicados con textos de canciones o partituras desde las primeras ediciones de Gabriel M. Vergara en 1912, 1934 y 1948, el Cancionero de Marazuela (1964), los artículos del Marqués de Lozoya de Torrecaballeros (1966), de Useras de Castroserna de Abajo (1977), el Cancionero popular de Isidoro Tejero (1985), la trilogía de Folklore segoviano de Claudia Santos, Luis Domingo, Ignacio Sanz y F. Ituero (1989), el Romancero de Segovia (1993), el Cancionero religioso de Bernuy de Porreros (1996) o el de Félix Contreras (2000). También citamos las últimas publicaciones con estos contenidos como el estudio del Repertorio de dulzaina de Abades, Nava de la Asunción y Bernardos de García Matos de 1951 de los hermanos Ramos y quien estas letras escribe (2012), el Cancionero de la memoria de Luis Ramos (2013), Música tradicional de Nava de la Asunción de Amador Marugán y Benjamín Redondo (2015), Las danzas de Cabezuela de Luis Ramos, Víctor Sanz y Fernando Calvo (2015), Danza y rito en la provincia de Segovia de Fuencisla Álvarez (2015) y la colección de libro-discos Agapito Marazuela de verdad (2013), Maestros y estilos de la dulzaina en Segovia (2015) y Paulino Gómez Tocino (2018), editados estos últimos desde el Instituto González Herrero junto a otras encomiables ediciones literarias y documentales.
En este punto indicamos cómo en los últimos años se habían ido editando y trabajando en los fondos históricos segovianos como los antiguos repertorios de Baile de Rueda en un cd de Rodrigo Peña (2004), los de García Matos en 1951 o las partituras de los fondos musicales de la Sección Femenina de Segovia, más menguado de calidad y detalles por el fondo en sí, del que se hizo también un cd y estudio de Luis Ramos y Víctor Sanz (2018). Quedaría pues, editar el antiguo trabajo realizado por Granero en 1949 con 85 temas musicales de Cantalejo, Sepúlveda, Ayllón, Riaza, Barbolla, Cerezo, Vegas de Matute, etc. conservado en Barcelona en la institución Milá i Fontanals, del CSIC.
Tras esta revisión detallada hemos de indicar que la tradición oral en Segovia, se sustenta curiosamente sobre temas instrumentales de dulzaina y las partituras de papel y no en las voces directas pues apenas hay registros editados de los pueblos segovianos. Este sería el motivo por el que no aparecen apenas canciones segovianas en las colecciones nacionales discográficas de folklore como la Magna Antología de Matos (1958-1961), el Romancero Panhispánico de J. M. Fraile (1991) o regionales como La Música Tradicional de Castilla y León de Rtve (1995), Etnografía (2002-2004) o Ser y Estar en Castilla y León(2005-2020) de la Junta de Castilla y León cuyos especialistas hemos de recurrir a nuestras propias grabaciones para documentar temas segovianos o al Archivo de la Fundación Joaquín Díaz de Urueña (Valladolid). Aquí de manera pública y catalogada se conservan entre miles de registros sonoros 100 horas de grabación realizadas en Segovia por particulares, músicos y familiares, cantantes de folk, maestros y etnógrafos que de manera desinteresada y circunstancial grabaron a finales de los años setenta y ochenta algunos repertorios. Este fondo se inicia con las grabaciones realizadas por Joaquín Díaz a Mariano Contreras y a Constanza San Frutos en Torreval, seguidas de las que yo mismo iniciaba en 1992 en Valle de Tabladillo. Ese fondo fue cedido al Instituto González Herrero en 2013 y las grabaciones que formaban parte de él fueron realizadas por José M.Fraile, M. Santamaría, Fco. Díaz, José A. Castrillo, Lorenzo Sancho, Esteban Martín, Carlos Blanco, Pedro Ozaya, Carlos Fraile, Teodoro Martín, Antonio S. del Barrio, Mª Eugenia Santos, familia de Luis Barreno, Jesús Fuentes, Claudia Santos, Ignacio Sanz, Luis D. Delgado, Alfredo Ramos, Almudena Marazuela, Pablo Zamarrón, Félix Contreras, Gonzalo Pérez, Ramón Marijuán, familia de Andrés Herranz, Juanjo Sanz y Henar Gómez, José M. Cubo y Juan M. Martín.
Tras el concienzudo recuento -aunque siempre se quedará algo por el camino- observamos con dolor que la Tradición Oral Segoviana está escasamente editada y sitúa a nuestra provincia casi en el último lugar de Castilla y León, tanto en número de cancioneros y romanceros, partituras como especialmente en grabaciones sonoras del medio rural. Por hacer un recuento somero de los fondos editados en nuestra comunidad indicaremos que por ejemplo, el Cancionero Zamorano de Miguel Manzano de 1982 contiene 1100 partituras y 400 temas cantados aparecen en el Cancionero Sayagués de Juan A. Panero de 2008. El Cancionero Burgalés transcrito por Manzano en el año 2001 contiene 3500 partituras junto a las 308 del Cancionero de Olmeda del año 1903 donde hay que añadir los cientos de partituras del Cancionero de Justo del Río, Jacinto Sarmiento, Herguedas y Antonio José. 350 temas contiene el Cancionero de Lírica de la Montaña Palentina que edité en el 2000 del folklorista Luis Guzmán y otros 600 temas romancísticos aparecen en el Romancero de la Montaña Palentina solo reunidos en esta pequeña comarca de apenas veinte localidades. Cientos de temas aparecen en las obras charras y recopilaciones de Ángel Carril, Dámaso Ledesma, Aníbal Sánchez y García Matos y 1500 son las partituras del Cancionero leonés de Angel Barja y Miguel Manzano en 1988 junto a 296 romances interpretados por los cantores que publica David Álvarez en su Romancero de León (2020).
Frente a todo ello, durante años apenas contamos con la publicación- y posteriores reediciones- del Cancionero de Marazuela como representante del folklorismo segoviano. Hay que tener en cuenta en este cancionero que de las 337 partituras, 214 son de Segovia, 41 de Ávila, 9 de Valladolid, 1 de Ávila, Segovia y Valladolid (la entradilla) con 41 romances sin documentar (algunos aparecen como segovianos en el Romancero de Segovia, y los demás proceden seguramente de Ávila a partir de sus trabajos de 1932) y 31 temas infantiles sin localización.
En esta escasez de melodías, sonidos y partituras indicamos también que el Romancero Segoviano de 1993 solo contiene textos y carece de melodías transcritas o registradas en origen por desgracia, en muchas ocasiones. Por el contrario miles de horas de grabación tiene el fondo soriano reunido recientemente entre 2014-2018 por Susana Arroyo, Julia Escribano y David Álvarez con 3000 temas musicales, tras ser becados por la Diputación Provincial en Soria. También disponen de grandes fondos sonoros el Consorcio Musical de Zamora, la Diputación de Salamanca o el Archivo de la Tradición Oral de Palencia.
Las cien horas segovianas de la Fundación Joaquín Díaz, no dejan de ser escasos testimonios pues el fondo musical tan solo de Vegas de Matute reunido en los últimos años y el registrado por J. M. Cubo, Juan M. Martín y nuestras propias grabaciones para la preparación del triple cd editado en 2014 alcanzaría sin problemas ese número de horas. Por poner sencillos ejemplos la colección discográfica Archivo Segoviano de Folklore, ha editado tan solo de tres localidades (Vegas de Matute, Castrojimeno y Pinarnegrillo) casi 300 temas. A la espera de un cancionero, el musicólogo Pablo Zamarrón ha reunido 400 tonadas y retahílas del Carracillo y con cariño, indicaremos que la memoria de Nicanora Tardón de Pinarnegrillo nos ha regalado más 100 temas por poner ejemplos conocidos.
Es de obligación remediar esta situación, queda poco tiempo para ello y más en los tiempos difíciles y tristes que estamos viviendo. Falta un plan provincial -y sobre todo profesional- que evite condenar a Segovia a perder este patrimonio sin documentar. Aún estamos tiempo de hacerlo, a pesar de llevar demasiados años enterrando gratuitamente nuestra tradición pues a la vista están los cientos de horas de grabación y casi mil temas cantables que hemos recuperado en los últimos años en estas tierras sin apenas esfuerzo, solo hay que ir a visitar los pueblos. La pena, que ahora más que nunca hay urgencia en hacerlo. Tal vez es el momento de que todos participemos de ellos y en cuanto podamos atendamos un poco más a nuestros mayores haciéndoles saber que toda su vida, su trabajo, su pasado y sus recuerdos merecen la pena ser contados y guardados como el tesoro que son.
