ALEJANDRO MARTÍN / SEGOVIA
La imaginación está siendo una vía de escape durante el estado de alarma para el querer y no poder. La incertidumbre sigue atada en corto mientras la crisis sanitaria -y económica- continúa a lo suyo. Duelos mentales que parecen no encontrar salida. En medio de una espiral de dudas, por difícil que parezca, pueden aparecer oportunidades. Y es que ya ha sido complicado atravesar una primavera sin ver los cerezos en flor como para pasar un verano sin playa. En esa línea se encuentran Pablo Cuenca y Miguel de la Vega. Dos ingenieros segovianos que han ideado un plan flexible para poder acudir a las playas manteniendo la distancia de seguridad.
Bajo la denominación ‘Propuesta organizativa de apertura de playas en el contexto del COVID-19’ han participado en la reordenación del Silgar, playa más significativa de Sanxenxo (Pontevedra). “Lo afrontamos como un reto”, reconoce Cuenca, cuya novia es de allí. “El Ayuntamiento estaba preocupado por ver cómo se desarrollaría el verano y nosotros nos pusimos a trabajar en un borrador ante de hablar con ellos”, explica De la Vega; y continúa: “Hicimos un planteamiento de cuántas personas entrarían en el Silgar y estudiamos las medidas propuestas por otros países y por la OMS (Organización Mundial de la Salud) para después proponer un sistema parcelario en el que se mantenga un espacio propio”.
A la espera de que la evolución del coronavirus permita acceder a la zonas costeras sin restricciones, la corporación que encabeza el alcalde de Sanxenxo, Telmo Martín (PP), se puso en contacto con los segovianos. “Su equipo también aportó ideas y, al final, lo que hicimos fue optimizar el espacio para que se pueda disfrutar del verano sin renunciar a la seguridad y sin tener que realizar una gran obra”, repasa Cuenca. Con este sistema el aforo del Silgar, establecido en 3.200 usuarios de forma habitual, quedaría reducido entre un 50 y un 75% para dotar de seguridad los arenales con entre 1.560 y 2.340 personas. El espacio quedaría dividido por estacas de madera y cuerdas de diferentes colores, según el sector, que formarían cuadrículas de 3×3 metros.
“De esta manera, la gente no estaría pegada y puede ir a la playa sin agobios”, sostiene De la Vega. Además, este procedimiento podría verse complementado con una guía de reservas a través de una aplicación móvil. Tras el trabajo desempeñado con la capital turística de la Rías Baixas, otros ayuntamientos ya han mostrado su interés por replicar dicho sistema. Por otro lado, proponen el mismo criterio para otros ámbitos: “Es una propuesta flexible y nada invasible, siempre y cuando se mantenga el sentido común, que puede servir como punto de partida para la hostelería y la distribución de las terrazas”, asegura; y concluye Cuenca, en cuanto a nuevas vías de apoyo: “Estamos abiertos a cualquier ayuntamiento para ayudar con nuestra experiencia”.
