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David San Juan – Vacunas y antivirales

por Redacción
9 de mayo de 2020
en Opinion, Tribuna
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Puedes besar a la novia

Sin pagar, ni pedir perdón

La burbuja de Pedro Sánchez

El natural curso de la vida a veces se quiebra por acontecimientos inesperados. El maldito coronavirus nos ha pillado en fuera de juego y nos ha despojado de nuestras falsas seguridades, estremeciéndonos ante tanto dolor e incertidumbre. Qué atrás nos parecen ahora las tontunas que nos entretenían hace un par de meses: reclamaciones territoriales ilusorias, lenguajes inclusivos imposibles, masterchefes y demás supervivientes de pega. Piruetas de una sociedad de juguete.

Desde entonces, esta sacudida que vivimos ha cambiado todo y nos obliga a enfrentarnos con la realidad de la vida y la muerte, parando mientes en quiénes somos y en quiénes queremos convertirnos. Con más de 25.000 fallecidos (a algunos de los cuales ponemos cara), este golpe ha hecho aflorar lo mejor de la sociedad española que es, gracias a Dios, plural y generosa. El trabajo, la entrega y la creatividad de todos los que la componen están siendo una lección de vida que, pasado este pico de solidaridad, debería dejar paso a una meseta perdurable en el tiempo. Ojalá sea así. Hoy, el sector público está liderando la respuesta a la crisis, secundado por el sector privado y la sociedad civil: empresas, trabajadores, instituciones sociales de toda índole, voluntarios, iniciativas de pequeñas comunidades y otras de carácter individual. Se percibe un orgullo compartido en esa lucha común que evoca el espíritu de la transición en sus primeros años. El “Resistiré” de hoy lo entonaban entonces gente entusiasta como Jarcha, Cecilia o María Ostiz, cuyas canciones marcaron una época y nos hicieron sentir que éramos un pueblo unido y con hambre de cambio. ¿Se acuerdan?

Pero será irremediable que la realidad, tozuda, se imponga tras esta etapa de aturdimiento y aplausos bienintencionados. De hecho, ya está ocurriendo: la burra, cómo no, ha vuelto al trigo. Sólo era cuestión de tiempo que asistiéramos a la politización del bicho retomando los tristísimos y consabidos enfrentamientos partidistas por intereses ideológicos ¡con más de 25.000 muertos! La manipulación y la confrontación táctica vuelven a los medios de comunicación con renovados bríos. ¿Caeremos en el pozo de la radicalización social tras este arrebato de solidaridad como a algunos les gustaría, remedando otros periodos oscuros de nuestra historia? ¿Existe algún tratamiento antiviral ante esta recaída?

Lo hay, sin duda: abrir las puertas y dejar el paso franco a la sociedad civil. ¿Por qué no aprovechamos esta maldita pandemia para abandonar de una vez por todas el estéril debate entre lo público y lo privado, cada vez más alejado de la realidad de la calle? Se confunde, por descuido o por interés, lo “estatal” con lo “público”. No es así: esta crisis nos está enseñando que todos estamos sumando para sacar esto adelante. El trabajo bien hecho es un servicio público, y esto lo están demostrando con su esfuerzo y muchas veces con su sacrificio los trabajadores del Estado, los de las empresas, los autónomos y los particulares. Cuando salimos a aplaudir, lo hacemos a todos aquellos que están en primera línea en estos momentos: fuerzas de seguridad, médicos, enfermeros, celadores, militares, transportistas, agricultores y ganaderos, funcionarios de correos, empresas que han adaptado sus líneas de producción para fabricar mascarillas y pantallas, trabajadores en residencias de mayores, en supermercados y en pequeños comercios, periodistas, personal de protección civil, voluntarios de Cáritas, donantes de todo tipo y monjas que dedican su confinamiento a fabricar equipos de protección… De verdad, ¿es tan difícil comprender que el bien común nos compete a todos y que las administraciones del Estado deben ir de la mano de la sociedad civil?

Segovia es solidaria y generosa. Hay un proyecto que, por su originalidad y alcance, nos ha sorprendido a todos e ilustra de una manera ejemplar esa necesaria colaboración entre los distintos agentes sociales. El Batallón de Costura (así, con mayúsculas) es un proyecto en el que participan entidades civiles sin ánimo de lucro, empresas privadas, administraciones, voluntarios, particulares, hasta deportistas… En definitiva, la sociedad en su conjunto que se moviliza ante situaciones de necesidad y que es capaz de inventar soluciones prácticas urdiendo ese tejido social y colaborativo del que tanto se habla y tanto bien nos puede hacer cuando todo esto pase.

Hay quien se empeña con denuedo en mantener el mito falaz de las dos Españas. Pues miren, puede que llegados a este punto caigamos en la cuenta de que realmente es así, porque frente a consignas cansinas y pueriles que buscan la disgregación social en favor de intereses propios, puede que surjan ahora nuevas realidades de integración en aras del bien común, que es lo que de verdad importa. Habrá que dar entonces la razón a Manuel Vicent cuando dejó escrito hace un tiempo que “frente a la España de políticos y líderes de opinión que crispan y se insultan… está la otra formada por los ciudadanos con talento que cumplen con su deber, trabajan y callan”. A lo mejor, sin pretenderlo, gracias a la pandemia hemos dado entre todos con la vacuna definitiva contra la apatía y la indolencia culpable que nos deja confinados en nuestra mediocridad. Vamos a darnos tiempo.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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