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Santiago Sanz Sanz – ‘Entre síndromes y manías, cautela’

por Redacción
8 de mayo de 2020
en Opinion, Tribuna
SANTIAGO SANZ
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Recuerdo el principio de la contingencia como un momento lleno de escenas de acopio compulsivo de alimentos. A muchos de nosotros nos pillaron con el paso cambiado y un poco anestesiados entre tanto desconcierto y análisis especulativos. Después, viendo que no había tal desabastecimiento y aún sin haber podido ir a comprar, estábamos bastante tranquilos. En casa teníamos congelados, eso sí, seguramente con los mismos años de un glaciar alpino, también teníamos legumbres, arroz, conservas y por casualidad, un jamón que acabábamos de catar y cómo no, vino ¡qué alegría, lo que nunca debe faltar! Aparentemente, no lo teníamos tan mal. De repente, un nuevo síndrome nos sobrevino de manera particular. Fue justo cuando la televisión nos mostró una superficie comercial con los estantes del papel higiénico vacíos. En ese momento, caímos en la cuenta de la última reforma del baño que habíamos hecho. Sucedió un año antes y como siempre, con esa manía mía de errar o “síndrome de la inoportunidad”, o mejor dicho “don”, habíamos retirado el bidet por ser un elemento considerado, sobre todo al otro lado del atlántico, como desfasado y poco operativo. Irónicamente en su lugar, ahora teníamos un mueble “de diseño” destinado, entre otros muchos cometidos, al almacenaje de ese mismo objeto cilíndrico que por aquellos días era tan codiciado y del que nuestro armarito, finalmente, estaba casi desabastecido. En fin, tardamos en adaptarnos, todo hay que decirlo. Se sigue haciendo raro estar metidos en casa en una especie de tarde infinita de domingo, expuestos frente a un televisor e indefensos ante el consiguiente proceso des-educativo y a merced de la incoherencia de declaraciones, gestiones nefastas e informativos propagandísticos. Toda esa ausencia de información oficial fiable, los incontables palos de ciego y todos los desatinos políticos, han terminado acongojándonos y haciéndonos acurrucar en nuestros propios domicilios. “El síndrome de la cuarentena” lo llaman, a ver así quién no lo habrá sufrido. Debe ser como “el de la cabaña” o algo parecido, que afecta a grandes y a chicos, a los que por cierto, costó mucho mentalizar del peligro que existe más allá del umbral, sobre todo en unos tiempos en los “los cocos infantiles” del control social están tan desfasados y caricaturizados. Hasta “el Duque de Alba” en la versión holandesa, carece de credibilidad. La mención del “hombre del saco” hoy en día, más que carácter disuasorio lo que produce es risa, así que muchos tuvieron que plantear a los más pequeños los peligros de la pandemia poniendo como referencia una especie de apocalipsis zombi de serie televisiva. Imaginen que panorama mental se habrán ido creando “de puertas para afuera”… donde por cierto, ya hace un tiempo casi veraniego para disfrutar, a golpe de silbato y horario, del llamado “síndrome del recreo” y les digo que las salidas son para quienes ya no tengan miedo. Sin confundir valientes con temerarios, por fin podemos dar rienda suelta a nuestro ruidoso “trote mulero”, arrastrando las suelas, haciendo que corremos, jadeantes y apelotonados como aquella caballería pesada castellana de la edad media, cabalgando por cualquier acera abarrotada y en la previa de una de sus cargas más cruentas. Recorriendo todas las calles, incluidas aquellas, por las que solo habíamos caminado tan de madrugada cuando salíamos de algún after allá por los noventa. Tiempos en los que proliferaban muchos de los hábitos que generaron a más de uno de nuestra generación algún que otro “síndrome de abstinencia”. Pero bueno, aquí estamos, trotando sin hacer pereza, con el pantalón cortito o listos para bailar el “lago de los cisnes” con las mallas bien prietas y sin temer al “síndrome de los isquios”, porque después de tanto tiempo en barbecho… o ese mejor no se lo explico, simplemente no se olviden de calentar y estirar bien los músculos para no tener un desgarro y terminar visitando al “fisio”. En fin, que hay que continuar al pié del cañón para no retroceder nuestro camino y cuidar de los demás cuidándonos nosotros mismos. Seguir siendo cautelosos todo el tiempo que sea necesario y siguiendo con nuestras manías, sin importarnos que tengamos por toda la ropa esas pequeñas manchas de legía que, por cierto, es “el nuevo aroma de mi hogar” y creo que el de muchos otros domicilios con síndromes y manías compulsivas de limpieza que nos han sobrevenido en estos dramáticos y extraños días sin demasiadas certezas… ¡Cautela!

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