La especialización tiene un precio que en muchos casos no se está dispuesto a pagar, ni como profesional a través de una formación exquisita ni como demandante de una oferta existente. ¿Por qué no se apuesta más por la especialidad? ¿Y si la especialidad consiste en no tener ninguna oferta especial?
Consultando la RAE en cualquiera de sus tres primeras acepciones podría ayudarnos o no a tenerlo claro:
1. Cualidad de especial.
2. Confección o producto en cuya preparación sobresalen una persona, un establecimiento, una región, etc.
3.Rama de una ciencia, arte o actividad, cuyo objeto es una parte limitada de ellas, sobre la cual poseen saberes o habilidades muy precisos quienes la cultivan.
Culturas como la nipona, destacan a nivel global por cierta especialización estricta, siempre y cuando hablemos de establecimientos con un cierto nivel de propuesta y no de la batalla devaluada del consumismo en la que la especialidad consiste en el fusilamiento del mercado. Sería entonces cuando el concepto nace a través de la especialización y no al revés.
Al margen de reconocimientos, la propuesta de cada casa suele tener a su maestro, en torno a una técnica, sin contaminación ni complejos de otras especialidades. El que hace tempura, tempura.
El que hace sushi, sushi. El que hace tonkatsu, tonkatsu. Cada día aplican una dedicación exquisita y una precisión de cirujano capaces de mejorar lo que hicieron el día anterior y no romper la dedicación y el compromiso de sus proveedores. Es ahora más fácil comprender como es posible evolucionar siendo fiel a tu formación y a la oferta de tu elección. ¿Y cuando consigues la excelencia en esa especialidad?
La excelencia es enriquecida con algunos hábitos que propician cierta evolución, como la hospitalidad o el acceso, conocimiento y utilización de productos que acarician el fetichismo y lo excelso. Podrían complementarlo otros detalles, como una vajilla artesana o los utensilios de servicio para seguir mejorando la experiencia del comensal. Sin duda, algunos caminos acertados que pueden reforzar la propuesta y que naturalmente provoquen una diferenciación y el número de comensales sea más exclusivo haciéndote un lugar privilegiado en el mercado. La regularidad quizás sea la mayor dificultad existente al tratar cada día de mantener el mismo nivel y rigor que uno se ha exigido. Cuestión de ser honrados.
Ante semejante reto, pudiera ser que la línea más emocionante sea la de la vergüenza o cuando algo realmente empieza a hacerte sentir incómodo.
Si eres muy bueno o rupturista, probablemente nadie te siga de un día para otro. En cambio, si eres uno más, te tachen por exceso de intrascendencia.
Existiendo cierto riesgo al fuego del fracaso, ¿Se nos exige ser concisos en un mundo cada vez más abstracto?
No sé, quizás los fracasos sean los mejores ingredientes de la sabiduría.
