Habitualmente soy una mujer sociable, conozco a mucha gente y suelo ser cordial con conocidos y cariñosa con amigos, pero en estas últimas semanas me he dado cuenta de que muchas más personas te saludan por la calle (aunque muchas veces cuesta reconocerse por el uso de mascarillas) y sin llegar a tener contacto cercano, son inevitables las preguntas “qué tal estáis” o “qué tal la familia”. Afortunadamente las respuestas suelen ser positivas aunque todos tenemos a alguien a quien echaremos mucho de menos.
Creo que sigo bastante bien el confinamiento porque salgo a hacer la compra semanal (para mí y para dos vecinos), ese día voy a mi negocio que está desafortunadamente cerrado y diariamente saco a mis dos perras. En nuestro municipio se está haciendo bien, las tiendas que permanecen abiertas han gestionado eficientemente los requisitos sanitarios y no hay demasiadas aglomeraciones para comprar.
Ahora empieza un nuevo contexto, la desescalada (termino que ya acepta la RAE). Avisan que será “gradual y asimétrica dependiendo del territorio”. Resulta que nuestro pueblo tiene una situación privilegiada ya que cada núcleo está rodeado de campos y bosques y tenemos un porcentaje bajo de contagios. Se ha empezado con los niños y seguirán los paseos y las salidas para hacer deporte individual; con todo este territorio las autoridades deberían de recomendar que en lugar de pasear con perros y niños por la vía pública, alcanzando el famoso kilómetro de los más pequeños, podamos salir a nuestro maravilloso monte sin que nos multen y nos llamen “insolidarios” (que significa que si yo no puedo, tú te fastidias). Además tenemos que ser responsables para que “no paguen justos por pecadores” y no haya que “pinchar el balón”.
