El año 2020 ha sido declarado por UNESCO como “Año Alicia Alonso”. La bailarina cubana y universal habría cumplido, en diciembre, cien años. Ella misma supervisó los actos de este acontecimiento, cuya culminación sería una gira mundial, con intérpretes del más alto prestigio para homenajearla desde la danza, así como encuentros internacionales que, como ella misma acostumbraba a decir, demostrasen que la danza es “los colores de la vida”.
Alicia Alonso se rebeló contra el destino, y cuando tuvo que elegir entre sus ojos y la danza no lo dudó: eligió seguir bailando aunque eso la dejara ciega. La metáfora de esos “colores” era, entonces, una suerte de talismán contra la derrota y el desaliento. Porque la danza, decía, permite atravesar los obstáculos a los que la vida nos exige enfrentarnos.
En el relato de nuestras biografías, muchas veces pesa más el dolor, lo estamos viviendo ahora mismo. Pero la realidad impuesta no puede hacernos olvidar que la palabra humanidad está llena de manos tejedoras de esperanza. Aunque no lo sepamos, eso es la ética: una suerte de salto, de giro imposible, sobrecogedor y bellísimo sobre la escena de la vida.
Eso contiene la “técnica” de Alicia Alonso. Y desde ella impulsó proyectos que han sido modelo para otros que llegaron después, como el psicoballet o esa suerte de “misiones pedagógicas” que llevan lo más excelso de la cultura hasta los rincones del mundo en los que nunca se piensa porque todo es más urgente que la dignidad. Élite solo es aquello cuya excelencia no se comparte, y la justicia está, entonces, en buscar estrategias para poderlo compartir. Quien no confunde gustos propios y entretenimientos varios con cultura, lo sabe.
Alicia Alonso es considerada una de las cien personas determinantes del siglo XX, al lado de Picasso o Einstein. Fue congresista designada de los Estados Unidos de América, sin que los avatares históricos lo hayan cuestionado jamás. Todos los más grandes reconocimientos dancísticos, culturales en general, premios o condecoraciones del mundo entero están en su currículo. Pero ella, desde que así aconteció, elegía siempre señalar que era visitante ilustre de Segovia.
Aunque esta durísima experiencia que estamos viviendo ha modificado, hasta el aciago abandono, nuestra propia memoria, hace pocos años que el Congreso Internacional del ITI-UNESCO situó a Segovia para siempre en un referente memorable porque aquí nacieron propuestas valerosas, que no necesitan ser constante portada de efímeras tendencias sin valor. Su objetivo no es la fama, sino la eficacia; proyectos para la reconstrucción psicológica de sociedades y personas individuales que han padecido, que padecen, situaciones extremas en lo colectivo y en lo personal. Para ayudar, para unir, para evitar…
Hoy 29 de abril de 2020, Día Internacional de la Danza, este recuerdo es una alerta contra el desánimo. El mensaje de celebración que el Instituto de Danza “Alicia Alonso” ha preparado para la Academia de las Artes Escénicas de España, presenta Segovia como ese lugar que lo demuestra…
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(*) Escritora, doctora en Filosofía, Profesora Titular de Estética y Teoría de las Artes, de la URJC.
