Con sinceridad. Entre seguir la corriente dando la “turra” (1) con el monotema, del que debe sentirse orgulloso (el virus) por la publicidad macabra que ha conseguido, y dar un par de pinceladas a lo que pasó años atrás, me apetece más esta parcela. Y que el que tenga que elegir, que elija.
Monografías
Siendo rey de las Españas Felipe IV (Felipe Juan Pablo Alfonso de la Trinidad de Todos los Santos), presentó al Papa (Urbano VIII) para que ejerciera el obispado de la diócesis de Segovia a Melchor de Moscoso y Sandoval. Hijo que era de Lope, VI Conde de Altamira y Señor de la Casa de Moscoso, y de Leonor, hija del IV Marqués de Denia y III Conde de Lerma.
Antes de la “presentación” Real, D. Melchor (2) había sido rector de la Univ. de Salamanca, catedrático de la misma, Capellán de los Reyes en Toledo, canónigo de la Catedral de Cuenca… Y llegó, pon fin, a Segovia. Gobernó la diócesis entre noviembre de 1624 y septiembre de 1632.
A su llegada hizo entrega a la diócesis de 40.000 ducados “libres de Hacienda”, cantidad total que dio para necesidades de la ciudad. No fue su único gesto de acercamiento a los necesitados en sus ocho años de obispo. Ya estando cerca de su marcha, año 1631, ante una larga falta de pan en la ciudad, reunió a 1.800 necesitados y los dio de comer en la sede del obispado.
Más conocido por el “gran público”, probablemente, sea la donación que hizo a la Catedral de la imagen del Cristo Yacente (3) que, por encargo expreso del obispo, realizó el lucense Gregorio Fernández en 1616. La policromía de la imagen la realizó el pintor segoviano Alonso de Herrera. Este también trabajó en el retablo de La Fuencisla.
Una de las visitas a la capilla del Yacente fue la del cardenal Baltasar de Moscoso, hermano del obispo, en 1631. El cardenal donó una lámpara “que habría de ponerse frente a la imagen”, a lo que el obispo se unió para “dotarla de aceite que fuere menester para que siempre arda”.
De los datos que pude recoger del Yacente, se afirma que de las quince tallas que realizó Fernández que se encuentran en distintos lugares de España, la de Segovia se sitúa entre las tres más destacadas, junto con las del Convento de Capuchinos y el de San Placido de las Benedictinas, en Madrid. Las medidas de la imagen: 43 cm altura; 190 de ancho y 73 de profundidad.
He leído en torno a D. Melchor, que en 1631 había renunciado a su cargo de obispo para tomar el hábito de cartujo en El Paular. Cierto fue que la petición se la hizo al Papa, pero la burocracia vaticana o, el vaya usted a saber, hicieron que la dispensa papal llegara después de haber fallecido el obispo.
Se asegura, por tanto, que Moscoso solo abandonó la diócesis a su muerte, ocurrida en día 1 de septiembre de 1632 a las seis de la tarde en Segovia, según quedó recogido en el libro de Actas Capitulares de la Catedral. Si bien estos datos se contraponen a los que se pueden consultar en la historia de El Paular, donde se afirma que el obispo falleció en el convento “como cartujo” en el año 1632.
Sobre la iglesia del hoy convento madrileño y antes segoviano, dos datos relevantes en torno a nuestro obispo. En el año 1629 había consagrado la iglesia y los altares del Monasterio. También había dejado escrito en su testamento que sus restos fueran enterrados en el citado lugar. Efectivamente, en el referido lugar existe un sepulcro donde reposan sus restos. Por él pagó el obispo en vida, por obvio, 20.000 reales.
Observado así, a grandes rasgos, el paso de Melchor Moscoso por la diócesis. Constancia quede de que no dejó villa de la provincia sin visitar, siempre llevando su buen talante y limosna segura.
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(1) Dar el tostón, dar la tabarra.
(2) Entre los que escribieron sobre su vida se encuentra “El Donado Hablador” (Pg. 172), que escribió el segoviano, 1563-1632, Jerónimo de Alcalá Yañez y Rivera. La novela fue publicada por vez primera en Madrid en 1624.
(3) El Cristo Yacente da nombre a la capilla donde se ubica. Esta la compró el canónigo de la Catedral, Cristóbal Bernardo de Quirós, en 1661.
