Vi en una película, de ficción totalmente, que el almirante Nelson (que era británico), a punto de entrar en la batalla de Trafalgar (que fue naval), se limitó a decir a sus marinos. “Inglaterra espera que cada uno cumpla con su deber”. No sé si le hicieron caso, pero algo de eso debió haber porque ganaron a una escuadra conjunta franco-española notablemente superior en número.
Siempre me había parecido que eso de cumplir con el deber era algo bastante extendido y que no había necesidad de recordarlo. Uno confía en la gente y supone, de entrada, que como los deberes son justamente eso, deberes (algo que toca hacer de oficio, por ser uno quien es o por tener el cargo o profesión que tiene), no hay necesidad de asegurar que se cumplen.
Ni he sido ni soy maestro de periodistas. Pero sí he sido modesto profesor en un par de facultades de periodismo. Explicara la materia que explicara me he esforzado siempre en que los estudiantes matriculados en mis cursos se lanzaran a pensar sin miedo, aprendieran a mirar con sus propios ojos y se empeñaran en explicarse con sus propias palabras. No sé qué he conseguido.
Nelson y todas estas cosas se me han echado encima mientras zapeaba asqueado por los informativos televisivos del mediodía del sábado. Y he caído en la cuenta de que el almirante inglés era un tipo muy realista, que supo percibir muy bien que en los momentos supremos, en las crisis, hay que recordar a la gente que tiene unos deberes que cumplir, hay que animarles a ello aunque sea costoso. Porque si te descuidas, dejas de hacerlo. Haces otras cosas. Algunas puede que sean hasta buenas; pero lo que te toca primero y sin escusas es cumplir con tu deber.
En fin: vuelvo al sábado. No podía soportar las diversas cosas que se decían con motivo de la pandemia de COVID 19, en la tele. Daba igual qué informativo pusieras. Allí aparecía la anécdota bien intencionada; el heroísmo del personal sanitario y de quienes se ocupan de atender los servicios básicos; los datos curiosamente insignificantes (que no tienen significado); o las noticias sobre los cambios de criterio sobre el modo de contar infectados o difuntos que hacen que casi nadie pueda comparar nada, ni algo tenga sentido; o si los españoles de las grandes ciudades se escapan más o menos, o si lo intentan en mayor o menor medida y cuánto han crecido las multas para los insolidarios…
Pero…no sabemos cuántos infectados por habitante tenemos. No sabemos cuántos muertos por habitante hay. No sabemos cuándo de verdad el personal sanitario tendrá las medidas de protección mínimas. No sabemos por qué han subido tanto los precios de los alimentos en los mercados. No sabemos por qué no acaban de llegar los suministros de material médico: mascarillas y guantes, pruebas rápidas o lentas, seguras o inseguras, EPI (equipos de protección) para ellos y sobre todo para sus pacientes. No sabemos por qué lo que se dijo hace un mes que estaba en camino no ha llegado aún y no sabemos tampoco por qué un envío por avión desde Corea para en Alemania o en otro sitio y se tira allí dos o tres días.
Lo único cierto, parece, es que esta epidemia no tiene nada que ver con el gobierno chino… y perdón, se me olvidaba: es absolutamente cierto y se confirma que “Gloria Camila ha roto con su novio según la madre de Kiko Jiménez”. Igualmente se puede afirmar sin lugar a dudas que “Avilés acusa a Barranco de utilizar a Rocío Flores”.
Todo ello resulta un alivio muy necesario en estas circunstancias. Los españoles no podremos agradecer lo suficiente a los empleados de los medios de comunicación subvencionados que nos ofrezcan este nivel tan satisfactorio de honradez profesional. Porque gracias a ellos sabemos todo lo que necesitamos sobre el COVID, aunque no sirva para nada, aunque no sea significativo, aunque sea muy solidario, aunque no exija responsabilidad alguna a nadie…
Dice una maldición que tenemos los políticos que nos merecemos. Pero, francamente, creo que no lo hemos hecho tan mal como para merecernos los periodistas que están cubriendo (sobre todo cubriendo) esta crisis.
