Háblame del mar, marinero/ dime si es verdad lo que dicen de él/ desde mi ventana no puedo yo verlo/ desde mi ventana el mar no se ve. Que verdad es y cómo lo echo de menos, El mar de toros azules en las primaveras del mar, como decía Marisol en una de sus mejores canciones, es también para mí una de mis más grandes pasiones. No puedo vivir sin el mar. Ver su color siempre cambiante aunque no lo parezca a los ojos que no saben mirar; y el ir y venir de las olas, siempre iguales y siempre distintas. Tampoco yo puedo ver el mar desde mi ventana ni desde el espacio, ahora reducido no a un confinamiento sino a una reclusión, como decía el otro día en ABC mi compañero en aquel staff durante muchos años, Antonio Burgos, minimizándonos y acobardados por un mal bicho coronado. Desde mi ventana sólo veo paredes rotas con ventanas que escasamente se abren; edificios muertos y tristes porque no hay niños que les golpeen con la pelota en su vientre. Sólo tienen el corazón contrito por la soledad y esta mañana —que ha llovido— he visto cómo lloraban los tejados con sus lagrimones hacia el canalón. Si acaso, en el horizonte, puedo ver una lámina de la sierra segoviana: La Atalaya, el Malangosto, el Reventón , Siete Picos, Dos Hermanas y casi el de Peñalara. Soy un privilegiado. Por eso en mis pasos perdidos de cada día procuro hacerme la idea de que ando por aquellos andurriales entre matas de cantueso, retamas, enebros y pinos erectos que quieren conquistar el cielo. ¡Si se pudiera…!
La cosa, en cambio, va para largo. Mientras, digo yo, la alcaldesa, que ahora estará más ociosa y mantendrá el patio más calmado y más sosegada la oposición, podrá mandar a sus muchachos de la brigada de la “Segovia bonita, Segovia limpia” que desinfectaran un poco —o un mucho ya—las calles y plazas segovianas, que tantos cadáveres del COV-19 deben de colear en ellas. ¿A que sí?
Las cosas no han cambiado mucho de ayer a hoy. Bueno, apenas nada. La misma soledad, la misma tristeza en las calles desiertas. El mismo recelo entre los pocos que se cruzan. La mayoría con el bozal puesto. Tampoco está claro si se debe usar o no. Nos confunden en las apariciones en televisión. Tanto como lo que durará la clausura de la población. Se percibe un poquito más de circulación tanto de vehículos como de personas. Pero ¡es tan poco…! Yo diría que está empezando cundir el desasosiego y la impaciencia. Eso puede ser grave. El personal quiere salir sin que le sancionen. Por mucho que se invente para hacer más placentero el confinamiento. Alguien dijo que la imaginación no tiene límites. Quizá lo dijo porque nunca había padecido esto del virus coronado.
Dentro de esa desesperanza no es difícil pensar en el personal sanitario que está luchando en los hospitales. Algunos en ese esfuerzo han encontrado la muerte. Otros, agotados y frustrados están en riesgo depresivo, ansiedad o estrés. No es una apreciación pesimista. Es real. Es la vida misma hoy en cuarentena. Secuestrada. No hay más que hablar con algunos de ellos.
Mientras, trasciende la confrontación política en el Consejo de Ministros, y en el Congreso desangelado que por circunstancias del virus podría haber presidido Pablo Iglesias. Imagínense al presidente Sánchez recluido por una hipotético contagio. La sustitución recaería sobre la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, en cuarentena forzosa. Inmediatamente sería sustituida por el vicepresidente segundo (que nunca quiso aceptar ese número en el escalafón del poder) Iglesias. ¿Se dan cuenta?. Por eso y por tal y como está la situación, quizá hubiera sido buena y acertada la constitución de un Gobierno de concentración o de unidad nacional, llámenlo como quieran.
Entre tanto, aquí confinados, siguen circulando por las autopistas digitales bulos e informaciones envilecidas que confunden y desconciertan aún más a una sociedad asustada y que en su confinamiento atiende más a la información que le llega que a la que estaba acostumbrado a elaborar basada en el contraste de criterios entre las personas con las que departíamos. Por unas cosas o por otras cada vez más desinformados.
Y es que de claridad, sólo cuando luce el sol
