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Miguel Ángel Herrero – La otra cara del Virus

por Redacción
17 de abril de 2020
en Opinion, Tribuna
MIGUEL ANGEL HERRERO
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La cara maligna de esta pandemia es por desgracia bien conocida. Cada día la tenemos presente en España y en el mundo. Aquí, con una cifra de decenas de miles de muertos que sumen en el dolor a tantas familias que pierden, desolados e impotentes, a sus seres más queridos. Pero hay otra cara que resiste y se enfrenta a este devastador microorganismo. Es la reacción unánime de una sociedad bien preparada para combatir la enfermedad. No se trata sólo de un sistema sanitario de primer orden. Sobre todo contamos con grandes profesionales que exponen sus vidas heroicamente por salvar las de otros y que trabajan en condiciones precarias por falta de medios.

Al margen de las responsabilidades derivadas de la incompetencia probada de la autoridad gubernamental, los grandes protagonistas de este funesto drama son los ciudadanos. Lo son las familias confinadas para evitar el contagio. Lo son los niños encerrados entre cuatro paredes sufriendo las condiciones sicológicas y físicas del aislamiento. Lo son las empresas que cierran y los empleados que se ven desamparados. Ellos son los protagonistas de esta odisea, porque no sólo resisten, sino que muestran su coraje y solidaridad. Curiosamente, junto a esas situaciones no deseables se crean ambientes de mayor relación familiar, aumenta la cohesión y la convivencia se hace más intensa. Se aprecia mucho más el trabajo imprescindible de las fuerzas de orden público y de seguridad. Se valora la tarea de los agricultores, transportistas, mensajeros, conductores, etc. De todos aquellos, que con su trabajo diario, hacen posible que la sociedad siga viva, aunque sean otros los que ponen la cara, a la hora de recoger los aplausos. Sin duda, esta es la lucha de la sociedad y de ella será su victoria. Es la respuesta unida de la iniciativa privada que no necesita telepredicadores impostados para ponerse en movimiento y socorrer a quien lo precise. Nadie puede arrebatarle ese mérito y mucho menos los que demuestran tal grado de incompetencia en la gestión y siguen insensibles al dolor de quienes pierden cada día a sus familiares.

¿De dónde surge tanta generosidad? La respuesta hay que buscarla en la parte espiritual del ser humano. Pues quien se da a otros no espera retribución material alguna. A lo largo de los siglos, en ocasiones parecidas (pestes y otros desastres naturales), la actitud cristiana siempre ha sido la misma. Las raíces plantadas hace veinte siglos siguen alimentando la fe y acción de sucesivas generaciones, de toda una civilización. Ahora toda la humanidad comparte el mismo dolor que nos invita a pensar sobre el sentido de la vida y de la muerte. Esta última se pretendía silenciar y ahora aparece con provocadora frecuencia. No se admiten eufemismos. La fuerte bofetada de esta realidad hace patente la falacia de las ideologías mentirosas y del camelo de la post-verdad, que no cesa de maquinar en busca de “bulos” (dicen). Los mecanismos subvencionados, como el virus, se replican tratando de socavar la libertad de prensa.

En fin, más allá de la situación inmediata que padecemos, esta horrible calamidad nos ha obligado a elegir. Se diría que nos ha planteado un trato. Por un lado, debemos desprendernos de parte de los recursos materiales, de la imprescindible seguridad, del potencial tecnológico, de nuestro orgulloso progreso. A cambio, nos ofrece algunos beneficios inmateriales que habíamos perdido. Entre otros, nos brinda una nueva perspectiva más realista para contemplar la vida y el mundo. Una mayor estima por la salud que disfrutamos. Mayor aprecio por la amistad, por los valores familiares, en especial hacia nuestros mayores (algunos se van en silencio, sin recibir aquí el cariño que merecían). Nos hemos visto inmersos en una especie de transacción insólita. Perdemos algo de nuestra seguridad material y a cambio podemos conseguir mayores cuotas de humanidad. Ganamos todos. Mejorará el conjunto si lo hace cada uno. El clásico latino lo resume así: “humano soy y nada de lo humano me es ajeno”. Nadie nos debería ser ajeno. A nosotros corresponde sacar consecuencias útiles del duro mensaje que este virus maligno nos trae.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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