Siempre existió cierto tabú hacia algunos alimentos del planeta tierra en los que decisiones políticas, naciones o grupos sociales de ámbito local nunca procedieron a razones lógicas. Las investigaciones sobre este tema reflejan que las preferencias de unos alimentos con respecto a otros no nos acompañan desde que nacemos, sino que las vamos adquiriendo por motivos sociales y educativos.
Muchas investigaciones coinciden sobre la naturaleza omnívora del hombre mientras existe un elemento importante y es que hay cierta preferencia hacia algunos alimentos frente a otros, en las que quizás, la decisión tenga más que ver con la psicología o la sociología. Algo de cierto hay en que existen gustos adquiridos por una sociedad y que son ninguneados por otra. ¿Y si nos pica el gusanillo del emprendimiento?
En diversas las ocasiones he tenido la oportunidad de conocer diferentes culturas, algunas de ellas muy populares por su habitual consumo cotidiano de insectos, como son la mexicana y la peruana. De la primera, muy apreciados desde tiempos prehispánicos, destaco los deliciosos escamoles, que son las larvas de la hormiga güijera y su mejor momento de consumo es entre marzo y abril adquiriendo precios bastante elevados dada la agresividad de la hormiga y su difícil reproducción. Otras especies interesantes me resultaron los chapulines, chicatanas, gusanos de maguey, alacranes o chinicuiles, alegremente sazonados, molcajeteados o poniendo la guinda a otras fantásticas recetas. Las demás variedades conocidas, pasaron plenamente desapercibidas.
Fue en el Perú, concretamente en la selva amazónica de Iquitos donde tuve ocasión de conocer y probar el suri, esa exótica larva con tantas proteínas y rica en vitaminas A y E que se reproduce en los árboles del aguaje o palmito. Una textura exterior crujiente envolvía una textura viscosa interior para redondear un atrevido bocado. No menos curiosos resultaron saltamontes, langostas y grillos. Nada que ver con esos gusanitos de maíz extrusionado popularizados entre el público juvenil.
Conocemos como entomofagia a la ingesta de insectos, arácnidos o artrópodos en general, como alimento para los humanos y los animales. Desde hace miles de años, la entomofagia era ya una práctica bastante extendida entre las distintas poblaciones mundiales. Supongamos que era más fácil recolectar algunos insectos en la cercanía que salir de caza a por algún animal sin ninguna garantía de regresar con vida.
Percibo en las últimas fechas cierto interés comercial en los países occidentales donde su consumo nada tiene que ver con la tradición y cada vez más se está aceptando la comercialización e ingesta de insectos, bien sea por criterio, esnobismo o por negocio.
Cada vez hay más información sobre un tema que quizás nunca nos interesó y que siempre estuvo entre nosotros, a través de libros específicos con recetarios de cocina entomofágicos, granjas de cultivo de insectos dedicadas al consumo humano, estudios para su inclusión en los futuros viajes espaciales o inclusión en nuestra dieta.
Pudiera ser que debamos disfrutar del placer de comer gusanos antes de que estos nos coman a nosotros.
