Parece mentira que un bicho en forma de virus, que le llaman corona, sea actualmente el ‘rey’ provocando la incertidumbre en el deporte mundial. Todos los países de la tierra, sean monárquicos, presidencialistas, democráticos, autoritarios, de derechas, de izquierdas, están inmersos en un mar de dudas. Primero en saber matar al bicho para salvar vidas; y luego, todo lo accesorio: economía, eventos… y acontecimientos deportivos.
En las olimpiadas, que tocaban este año en Tokio, el COI las ha pasado canutas. Las grajeas para el dolor de cabeza de sus miembros se agotaron dilucidando cuando se celebraban. Por fin acordaron en julio 2021. Lo mismo les ha pasado a los jerarcas de la UEFA. Estaban tan contentos para estrenar la Eurocopa con nuevo formato en junio de este año: una docena de ciudades de doce países distintos; pero, esos huevos no han servido para la tortilla futbolera, así que lo dejarán para hacerla del 12 de junio al 12 de julio de año que viene.
En el tenis no hay pelotas para consensuar debidamente las cosas y han soliviantado a los raquetistas, que ven el tener que jugar torneos de grand slam en un corto espacio de tiempo. En septiembre Roland Garros, y el de Wimbledon se ha cancelado. Y si miras el calendario de la fórmula 1, te encuentras que la FIA suspende algunos grandes premios, otros los aplaza y en el resto sigue dudando qué hacer con ellos.
Y nos quedan lo que ahora llaman las ligas domésticas de fútbol; es decir, las de casa. Aquí sí que están perdidos Rubiales, Tebas y la AFE, que siguen debatiendo qué hacer con ellas y volviendo locos a los clubes españoles. Si nunca se han puesto de acuerdo, para esto menos aún. Y mientras, los mortales hacemos estaciones de penitencia y clausura en nuestras casas; y la procesión la vemos desde la ventana, siempre a las 8 de la tarde; pero, en vez de cantar saetas, damos palmadas cuando se oyen las sirenas. El mar de dudas sigue llamando a la puerta en Cuaresma. Abres y preguntas ¿hasta cuándo?
