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José María Martín Sánchez – Se venden joyas del Santuario de La Fuencisla

por Redacción
9 de abril de 2020
en Opinion, Tribuna
JOSE MARIA MARTINDEPORTES 1
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En estos días de confinamiento, impuesto/dispuesto por un virus ¡mira tú! es deber unánime buscar “lo que sea” para poder entretenerse. “Pulir” unos minutos de los muchos con los que cuenta un día en cosas, también noticias, que estén lejos de ser un “rollo patatero”, si por largo, “espeso” o cansino. Vamos a intentarlo.

Rastrillo.— Desde la Academia de la Lengua se define esta palabra cómo “mercadillo que suele tener fines benéficos”. Ya debía ser conocida en 1691, que fue cuando la Cofradía de la Virgen de la Fuencisla organizó evento de tal carácter en Madrid ¿Qué vendía? Fundamentalmente oro y diamantes. Concretando: joyas que habían donado/dado a la Virgen y con las que se pretendía hacer dinero. Resumiendo: se vendieron joyas por valor de 26.903 reales, que unido a otras ventas llegaron a un total de 43.123 reales.

El platero que se quedó con todo dejó ocho doblones (1) de limosna para la cofradía.

Pero… Lo del rastrillo no acaba aquí. Lean. Cuando el administrador, Juan Moreno Delgado, viajaba hacia Segovia con la “pasta”, esta le fue robada cuando circulaba a la altura de Torrelodones. Tras la posterior denuncia se practicaron diligencias y, como en cualquier pleito, se gastaron en ello 6.671 reales. Cierto que esta cuantía también la reclamó el tribunal una vez que los ladrones fueron llevados a “chirona” (2). Lo robado, no todo, fue devuelto doce años después. En 1707.

Por si del interés del lector fuere, en este mismo relato incluyo que en 1767 el Santuario se “deshizo” de determinadas alhajas y vendió otras, que no eran necesarias ni para la imagen ni para el culto. Recaudaron un total de 88.701 reales. Sin sustos posteriores (3). Eran obispos de la diócesis, que dieron la autorización para las ventas referidas, el franciscano Fernando Guzmán y Portocarrero y Juan José Martínez Escalzo, respectivamente.

Tras el desastre.— Días después del tremendo incendio de diciembre de 1920 en pleno centro de la ciudad, a Jefatura de Policía enviaba a los periódicos notas donde se relacionaban los objetos encontrados, con la idea de encontrar a sus propietarios. A continuación la lista de un día cualquiera después del desastre, de los recuerdos que el incendio no había devorado:

—Una bolsa de batista con dos medallas de plata grabadas.

—Dos colchones, uno marcado en una esquina con las iniciales M.S.

—Una piedra de un trinchero, de color rosado.

—Un abrigo de caballero con etiqueta de la casa Hervás y Gracia, y en los bolsillos unos guantes y una cartera conteniendo una cédula y 200 pesetas en billetes.

—Dos mantas marcadas con las iniciales M.S y C.R.

—Una pulsera ancha de oro esmaltada con inscripciones “Sagrario” y “Pepe”, y una sortija con la fecha 26/12/1919 grabada…

Ovejas de paseo.— Para aquellos que no lo saben. La Cañada Real Segoviana (vía pecuaria), tiene una longitud aproximada de 500 kilómetros. Inicia su recorrido en la comarca de Neila, en Burgos, que se sitúa a 1163 metros sobre el nivel del mar. Se encuentra prácticamente en la confluencia de tres provincias, Burgos, Soria y La Rioja. Desde 1273 es conocido el paraje como Cabeza de Cañada Real.
El tramo de Segovia discurre por Honrubia de la Cuesta, Carabias, Fresno de la Fuente, Boceguillas, Castillejo, Duratón, Sepúlveda y Santo Tomé del Puerto (Villarejo). Después de bordear la sierra de Guadarrama y confluir con la Cañada Real Soriana Occidental, entra en Madrid por el puerto de Somosierra.

Casa acabada.— Los regidores podían enorgullecerse de haber construido un Ayuntamiento digno de la ciudad de Segovia. Los últimos trabajos se iban realizando. El 14 de mayo de 1622 el empedrador Melchor Herrero, de profesión guiador del agua o fontanero mayor, se obligaba a pavimentar de morrillo (piedra) menudo el portal, el zaguán y el patio.

Las torres las construyó en 1625, cobrando 9.000 reales, el vecino de Zamarramala, Andrés Calvo. Tras de el llegaron los pizarreros del Rey, Pedro Muñoz, vecino de Bernardos y Juan García Barruelo, de Segovia. Ellos cubrieron de pizarra las referidas torres. Percibieron por ello dos reales y medio por cada pie cuadrado de pizarra y 38 maravedís por cada libra de plomo.

Y tutti contenti.

——
(1) Cada doblón equivalía a 32 reales.
(2) Local de reclusión de presos.
(3) Tomás Baeza, Deán y Canónigo de la Catedral de Segovia “Historia de la Milagrosa Imagen de La Fuencisla”, 1864.

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