El testimonio de los que están en primera línea de batalla estos días cobra importancia, pero más aún cuando aportan una visión realista como la de Marta Fuentetaja, enfermera de UVI del Hospital General de Segovia. La suya no es una posición fácil en ningún caso, pero se agrava cuando el hospital al completo está reconvertido.
Marta cuenta cómo comenzó todo; les llegaba la información de lo que se avecinaba: habría que reforzar la UVI, habría intubados, se necesitarían respiradores. Apenas les dio tiempo a hacerse a la idea porque llegaron los enfermos, pero es entonces cuando, al límite, “sacamos ideas, fuerzas e imaginación de donde no hay”. Así reinventaron la UVI y pasaron de 10 a 13 camas, con mucho trabajo y esfuerzo, con la mente enfocada en su trabajo.
La enfermera, natural de Mudrián, tiene claro cuál es su labor; “agradezco que nos llamen héroes pero trabajamos así, hay épocas malas y nosotros hacemos nuestro trabajo”, reconoce con la humildad que todos los que están al pie del cañón estos y todos los días demuestran. Asegura que físicamente se encuentran “fenomenal”, pero mentalmente, “es duro”. Aún así, se siente privilegiada por estar acostumbrada a este ritmo “estresante” propio de la UVI, aunque reconoce que esta situación supera lo vivido hasta ahora. Se suman a esto las infinitas precauciones que tienen que tomar: “no te puedes permitir el lujo de dar positivo”, asevera. Así, las duchas se repiten en el hospital y en casa, porque allí espera la familia, los que aportan más fuerzas y algo de normalidad, tan necesitada.
UN HOSPITAL RECONVERTIDO
La sanitaria incide en lo que se ha logrado en el Hospital de Segovia; “somos capaces de muchas cosas, más de lo que imaginábamos”. Estar contra las cuerdas les ha hecho reaccionar, inventar y sacar adelante un hospital de provincia en el que, corrobora, “estamos trabajando muy a gusto entre compañeros”. Reinventarse sobre el terreno, convertir el salón de actos y la cafetería en salas para pacientes y duplicar los boxes era impensable, pero lo han logrado para salvar vidas. Las circunstancias han evidenciado las carencias, debilidades que han convertido en oportunidades y estas, en fortalezas. Su deseo es que no se centralicen medios solo para Valladolid como capital de la comunidad, “que se tenga en cuenta a Segovia”. “La ciudad no cuenta para muchas cosas, desde siempre, y tenemos población para atender y eso se debe tener en cuenta”, reivindica Marta. No les ha faltado material, que podría “ser más” pero no ha sido tampoco escaso. También han sido beneficiarios de la solidaridad: unas pantallas faciales realizadas por monjas que están dando “muchísimo uso, se limpian bien, son estupendas”.
Sus 23 años de experiencia le ayudan a ser más fuerte, al igual que sus compañeras, porque mentalmente tienen otra batalla interna. “Hacemos mucho trabajo a pie de cama, te quedarías más rato con cada paciente, pero no puedes”, explica. Se emocionan, desahogan y continúan en cada turno, buscando la esperanza que parece abrirse paso estos días. Han pasado momentos duros que todavía se repiten: ingresa gente más joven de la que, por ratio de edad en Segovia y provincia, lo hacen en UVI normalmente. “Eso duele un poco más, ataca sin tener patologías previas”, recuerda. Además, se añaden las dificultades técnicas con los pacientes intubados que se colocan boca abajo para respirar mejor, y que por mucho que deban reducir contacto y personal expuesto, se necesita para manipularlos. Es un virus “traicionero, que hace dar un paso adelante y tres atrás”, pero se abre paso la luz entre tanta oscuridad, porque “van saliendo”.
Marta asegura que la situación ha mejorado poco a poco, que ahora mismo saben cómo actuar: analíticas, orden de envíos, todo lo que se necesita cuando antes solo era un aluvión de información. “Ahora tenemos las directrices, las líneas de actuación y la situación más controlada”, explica. Derivar pacientes a Valladolid ante la falta de acuerdo para poner en marcha el Hospital de campaña ha sido una ayuda para aliviar espacio y trabajo, reconoce también. Llega y se hace notar la ansiada estabilización: “el turno pasado nos duró una cama libre toda la noche, cuando antes había dos ingresos por turno”, explica en el momento de la entrevista; circunstancias simples antes pero que ahora son muy valiosas y significativas. Confía en que todo va a ir a mejor, y cada alta, como la de la primera paciente intubada la semana pasada, se vive con la alegría de haberlo logrado. “Todo irá a menos poco a poco, será más tranquilo después de que todo ha sido estresante”, comenta confiada y de manera esperanzadora, lo que tanta falta hace en estos tiempos.
Sin embargo, reconvertir un hospital traerá consecuencias, y ella misma es consciente de que se tardará “meses en que vuelva a ser nuestro hospital”. Igual que sus turnos son intensos, lo será el verano y lo que queda; no piensan en vacaciones porque su trabajo es ahora lo primordial, y queda patente en la labor diaria que realizan; incansables.
LA MORALEJA
A pesar de que la situación es dura, Marta está exprimiendo lo positivo. Sus padres, desde Mudrián, con las precauciones necesarias en su rutina, ya manejan las videollamadas a la perfección, y hasta han podido soplar velas de cumpleaños virtuales. La enfermera los instruye: “les digo que no se crean todo lo que oyen y ven en la televisión”; enseña a filtrar la información, algo vital. Aunque el ritmo de vida en el pueblo es otro, se alegra de ello, de que para sus padres y vecinos no se haya frenado tan en seco, aunque tengan que prevenir como el resto. Se alegra también de cómo ha reaccionado el país entero, una sociedad “bravucona” que, sin embargo, está siendo “tan solidaria”. Y cree que se adquirirá “conciencia frente al contagio”, una cultura de prevención que debe permanecer aunque todo pase.
Marta sigue escuchando los aplausos sin sentirse heroína, pero le seguirán aplaudiendo como tal.
