Enrique de Vega debería haber celebrado su cumpleaños junto a su familia de Gomezserracín y amigos de Cuéllar, pero la batalla estaba ya comenzando y él juega un papel imprescindible en esta lucha contra el coronavirus. Residente de cuarto año en Medicina Interna del Hospital Universitario La Princesa, cuenta que está viviendo esto desde el epicentro, donde comenzó todo. “Ser los primeros es difícil pero se podrán copiar protocolos”, explica, consciente de que en la comunidad de Madrid, cada avance y cada error puede servir al resto de comunidades para anticiparse. En su hospital, afirma, el ritmo ahora es “menos caótico”, aunque están inmersos en la parte más dura: ver al enfermo grave. “La parte más light estos días te la aportan la familia y los amigos”, explica.
SITUACIÓN EN SEGOVIA
De Vega sigue al día la situación en Segovia, que por proximidad cuenta con muchos afectados. Respecto al debate de propagación en la provincia causado por la movilidad de los madrileños, afirma rotundo que no “nos lleva a nada, el mundo entero está contagiado”. Opina que en Segovia está pasando algo parecido a lo que ocurrió en Madrid al principio: “expandimos los sitios físicos pero necesitamos los medios”. Explica que no es cuestión de metros cuadrados, que se obtienen como en el hospital de campaña de Segovia o en IFEMA, sino que faltan intensivistas y llenar eso de material y de profesionales que terminarán llegando.
Así lo hizo el material; la falta de equipos de protección tan acusada, asegura, ha sido algo puntual, al menos en su hospital. “Hubo un desfase porque el stock se acabó en todos los lugares, y tenía que llegar; ninguna fábrica está preparada para esto”, señala. No obstante, manda un mensaje positivo, “porque tarda, pero llega”. Por supuesto, faltan respiradores, un recurso limitado, pero también intensivistas y enfermeros que los manejen.
La situación en la provincia, de la que también está pendiente, reconoce que es muy diferente a la de la capital: “en los municipios el contagio es algo casi anecdótico aunque genere mucha preocupación, pero aquí no hay nadie que no conozca a otro alguien infectado”. Por eso recalca: “bendito pueblo, pero que no se olvide que las medidas hay que cumplirlas igual, porque si aquí están funcionando, allí, también”, incide con ánimo.
Acostumbrado en medicina interna a un paciente de edad más avanzada, asegura que la peor parte de esto, como ya se sabe, es la soledad. “Normalmente abogamos por la estancia en familia y el duelo natural, y ahora es imposible”, comenta. Sin embargo, el Comité Ético del Hospital La Princesa decidió dar la posibilidad a los familiares de despedirse con toda la protección necesaria. “Los que acuden se protegen con un EPI y pueden despedirse de ellos, darles la mano al menos”, explica. No obstante, sigue siendo duro el bajo porcentaje de familiares que accede; el miedo al contagio y la prevención por el resto de la familia, comenta, hacen que no todos acudan. Esta parte, para la que nadie ha preparado a los médicos, es la más complicada, pero “te quedas tranquilo” afirma; aunque las llamadas de madrugada llenen sus guardias, asegura que hay mucha humanidad.
Esa misma humanidad está llenando todos los espacios reacondicionados del hospital: pasillos amplios con camas, salas que ahora son habitaciones, y todo reorganizado. Y el paciente lo comprende: “entienden muy bien la situación y esperan agradecidos, más que en otras épocas… nos ven las ojeras”, bromea. Todavía les quedan fuerzas para ello porque la adrenalina los mantiene en pie, además de su motivación y su vocación. “Para esto te haces médico, a todos nos llena de ilusión y da fuerzas lo útiles que estamos siendo”, reconoce. Además, todo su hospital se ha unido, hasta los especialistas, que ahora realizan labores de logística, entre otras, siempre con ganas de ayudar. Incluso los sanitarios infectados que esperan su test negativo para poder reincorporarse, asevera, “esperan con mucha ansia porque quieren trabajar”. Están doblando turnos y guardias , “como es de esperar en una situación así”, y los aplausos les llegan. “Nos llegan y nosotros aplaudimos, también dentro del hospital a todos los que esperan una cama”, comenta.
Asimismo, el compañerismo está siendo igual de intenso que la actividad estos días. “El éxito ahora mismo es ahorrar el ingreso en UCI, el trabajo en planta para evitarlo es tremendo”, comenta De Vega. Igualmente, alaba el trabajo en la UCI: “allí se adaptan espacios y artilugios de ventilación no invasiva como las máscaras de buceo para atender a los pacientes, allí hacen verdadera magia”, comenta.
“Está siendo muy exigente, pero para esto nos hacemos médicos”
A cuándo terminará todo esto, “la pregunta del millón”, no se atreve a contestar; “los pronósticos se los dejo a los epidemiólogos”, comenta. Sí confirma que la estabilización está llegando, y que ya no hay 150 pacientes esperando en el hospital a ser atendidos como la semana pasada. “Ha disminuido porque el aislamiento tiene efectos, es una medida brutal pero hay que mirar a China”, explica . Los datos van dando pistas de la situación y asegura que se facilitan de forma rigurosa: cada día desde el hospital, al finalizar la jornada, se envían al Ministerio de Sanidad. Este es un proceso lento e igualmente reconoce que en mayo o más adelante, cuando alguien llegue con síntomas de este tipo, hará que tengan que seguir “descartando Covid”. “Ahora lo que necesitamos es atender sin parar y ya se verá lo que dicen los ensayos clínicos”, explica respecto a la futuras vacunas en el aire. Confirma que esta es una enfermedad que va “día a día”, que les exige estudio y pruebas en los tratamientos, pero a su vez, esto va arrojando luz en una comunidad muy afectada que espera ayude al resto cuando se descongestione.
Con la fuerza de estar salvando vidas, Enrique y otros profesionales de la provincia en el centro neurálgico de esta crisis, mandan ánimos y desean volver pronto a su tierra natal.
