Nadal, quien jugó ayer la final del Abierto de Estados Unidos, viajó en un avión privado desde Nueva York a Córdoba, donde este fin de semana se disputa la eliminatoria de la Copa Davis.
«Mentalmente estoy bien, pero físicamente es complicado. Hay cosas que no ayudan como que los partidos sean a cinco sets y uno lo que no puede hacer es lesionarse», comentó el tenista, quien este miércoles se incorporará al trabajo con el resto del equipo español formado por David Ferrer, Fernando Verdasco y Feliciano López.
«Voy a hacer lo posible para llegar el viernes, pero si no fuera porque represento a mi país no haría el esfuerzo. Lo voy a hacer porque es mi ilusión estar el viernes si el capitán lo cree necesario, pero milagros aquí hay pocos», recalcó.
No pudo con Djokovic. Novak Djokovic prolongó en Nueva York la dictadura tenística que ha impuesto esta temporada, al ganar el Abierto de Estados Unidos, su tercer Grand Slam de la temporada, y aumentar su espectacular bagaje de este año a 64 victorias por tan solo 2 derrotas.
Tras las cinco finales que Rafael Nadal había perdido este año ante el serbio, se esperaba con expectación una posible reacción del español. Mejoró, pero no lo suficiente. Djokovic supo imponer su ritmo al partido y fue él que marcó la pauta, incluso en el set que perdió.
El tenista de Belgrado señaló tras el torneo que «nadie es invencible» pero su récord quedará para la historia y en Nueva York dejó en la cuneta a los dos mejores. Contra Federer salvó dos bolas de partido. Cuando un jugador está en estado de gracia, poco se puede hacer.
Nadal, pese a la derrota en la final, hizo un buen torneo. Nunca es fácil llegar a la final de un Grand Slam. Recuperó las sensaciones y la confianza perdidas en Montreal y Cincinnati y llenó la botella de optimismo de cara a futuras empresas.
