La expresión ‘vender humo’ según la RAE implica tratar de convencer con palabras o argumentos carentes de sentido. Probablemente el vendedor de humo pudiera ser esa persona que alardea conocimientos, talentos, técnicas, experiencias inolvidables o excelencias que no se puedan constatar, quizás, razones mínimas por las cuales algo o alguien abandonará cualquier tipo de credibilidad. Al decir que ‘se vende humo’, se expresa que se ofrece un producto de escaso o nulo valor y misteriosamente siempre aparece alguien de manera inmediata en nuestra memoria.
No deja de ser curiosa esa situación al elegir en la carta de numerosos Restaurantes entre cualquier elaboración inmediata descrita como ‘hecha a la brasa o a la parrilla’ y resulta que son, en una inmensa mayoría, ejecutadas a la plancha de hierro, horno de convección o a la sartén, independientemente de que las empresas instaladoras de brasas y parrillas hayan crecido notablemente en los últimos años. ¿Cuál es el precio del humo? ¿cuántas brasas realmente existen?
Ese fuego originado a partir del golpeo entre dos piedras o frotando leña seca conocido de manera intencionada hace 1.600.000 años y que tanto escasea en las cocinas, acaricia los productos dotándolos de cierto matiz hedonista tanto para comensal como para cocinero, invitando al apetito por la puerta grande con semejante fragancia y haciéndoos partícipes de una fiesta especial.
Quizás en otro momento pueda reflexionar y compartir algunos beneficios y perjuicios derivados de diferentes maderas y carbones con fines culinarios para redactarlo de manera breve en futuras páginas.
Las brasas de fuego mojado también abundan en el marketing online y la realidad no corresponde más que con ciencia ficción. ¿Y si ahumamos con interrogantes?
Cierto interés tuvo Heráclito, del cual subscribo que la armonía invisible es mayor que la armonía visible.
Teniendo muy presente un mundo en combustión donde impera la ley de la oferta y la demanda, si existen vendedores de humo, ¿también existen compradores de humo?
También cabría la posibilidad que alguno pudiera encender la primera llama de un fuego con estas páginas si decidiéramos abandonar cierta ambigüedad y habláramos de casos concretos.
Pudiera ser que el respeto se haya esfumado de nuestros días donde cualquiera trata de darte con humo lo que antes te daba con queso. Saquemos entonces lo positivo de todo ello y disfrutemos de un excelente queso de oveja ahumado.
Hace pocas fechas escuché a un conocido restaurador que “lo importante es hacer lo que uno quiere y estar a gusto con uno mismo sin depender de la opinión de los demás” y es cuando aparece ese momento de retarlo a caminar descalzo sobre ascuas y que nos cuente las veces que ha hecho el ridículo sintiéndose bien.
No vayan a fiarse de tanta utilización de frases ampulosas carentes de la menor ética moral para lograr cierto efecto en clientes, anuncios e incluso auditorios.
Un día aprendí que, aprovechar bien la lumbre es buena costumbre.
