Es imposible abstraerse y no hablar del virus Covid-19, pero no quiero escribir sobre números, porcentajes o estadísticas, ni sobre su origen; para eso ya tenemos los telediarios y las tertulias de expertos, que a menudo no coinciden en sus diagnósticos. Tampoco quiero opinar ahora sobre la actuación del gobierno, si esta es correcta o ha sido tardía, permitiendo eventos multitudinarios sabiendo lo que pasaba en China e Italia. Que por cierto hay un refrán muy apropiado para esto “cuando las barbas de tu vecino veas pelar echa las tuyas a remojar”.
Quiero escribir sobre el valor que damos a las cosas. La salud siempre nos importa, es obvio, es nuestra y muchas veces nos va la vida en ella aunque a menudo nuestros hábitos no son los más saludables; nos acordamos cuando nos falta. Pero de lo que nunca habíamos prescindido era de la libertad de movimiento: eso de estar obligado a estar confinados en nuestras casas sin poder relacionarnos con nuestros amigos ni familiares, eso es nuevo. Y para un país como el nuestro en el que las personas estamos acostumbradas a vivir en la calle, sea paseando, chateando o alternando, echas de menos hasta las discusiones con el cantinero.
Por último, me gustaría aplaudir la gran creatividad que tiene el personal. Un aplauso para todos y ánimo, ya queda menos.
