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Santiago Sanz Sanz – “Perdimos el ángel”

por Redacción
13 de marzo de 2020
en Opinion, Tribuna
SANTIAGO SANZ
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Hace ya algún tiempo que no le veo. Hasta no hace mucho solíamos coincidir dentro la franja de las ocho, a ocho y cinco de la mañana en el metro. De estatura media, tirando a bajo, aparentaba seguramente muchos menos años de los que realmente tiene. Mantiene un aspecto entre juvenil y aniñado que se ve potenciado por un rostro amable detrás de unos lentes gruesos y aunque les va a sonar extraño el comentario, es muy suave el tacto de su mano. Recorre vagón tras vagón, moviéndose tranquilo y lento, saludando a todo elemento y mostrado la palma de su mano a todo aquel que esté dispuesto a chocarla con la suya en un reposado movimiento, suave y tierno. Se expone a las miradas esquivas de quienes prefieren no tocar a nadie por recelo, a las mal llevadas madrugadas de algunos y a los nervios de quienes, impacientes, no le quitan ojo al teléfono y al croquis de la línea de metro. Él sigue su paso, tranquilo, personalizando sus buenos días entre el colectivo de viajeros. Muchos le reconocen sonriendo y automáticamente le responden con una palmada de mano y otros, neófitos y sorprendidos, les imitan con el gesto. En muy pocas ocasiones hemos cruzado alguna palabra, solo alguna vez contada me ha dedicado un par de segundos más de tiempo, le hacen gracia mis manos, creo. Luego sigue su camino hacia el siguiente vagón del convoy mientras el tren sigue su trayecto.

Ahora, que ya no le vemos, bastante más del que hacemos todo lo posible para no tocarnos en el metro por las razones que todos sabemos, son muchas las veces que me acuerdo de él. Esta mañana a las ocho, sin ir más lejos. Pienso en como habrá resuelto todos esos cambios de hábitos de autoprotección y de relación dispuestos de última hora, junto a todo esa necesidad para todos, de incrementar la responsabilidad individual y no me refiero simplemente al lado aséptico, sino al que nos incumbe para facilitar poniendo de nuestra parte, todo lo necesario y toda la solidaridad para que terminemos solucionando este contexto de coronavirus de aspecto descontrolado y de tanto desconcierto. Aunque es un dato que no he podido contrastar con su lectura directa, dicen que el pasado día nueve, la editorial de “El Corriere della Sera” cerraba con el siguiente párrafo: “Hace mucho tiempo que aprendimos a vivir solo de los derechos. Ha llegado el momento, sucede en la historia de una Nación, de los deberes”. Creo que detrás de toda la grandilocuencia épica de la frase, hay una gran verdad sobre cual ha sido hasta ahora el actual esquema de relación entre las conductas y respuestas de los ciudadanos dentro de una nación. De nada sirve ya pensar cual ha sido hasta ahora el único sentido de nuestro nivel de exigencia; si ha sido o no sólo para recibir, de cual es el valor real que le llevamos dando todos estos años a la gestión y con ello, y lo que es más importante, a quienes hemos puesto a las riendas. Ahora ya da igual. De cualquier manera, la solidez del sistema debería quedar plasmada en la capacidad de una acción directa y la calidad de las prestaciones con que podamos sostenerla en el tiempo. Se avecina para sanitarios, médicos y los funcionarios públicos en general, una muy ardua tarea. Son nuestra esperanza, y ahora mismo deberíamos empezar a conocer de inmediato las pautas que les facilite la labor, la manera de contribuir a no debilitar los recursos y evitar así o intentar mitigar con todo lo anterior, el agotamiento de nuestros servidores públicos que son la verdadera punta de lanza para toda esta contingencia. Y el resto qué podemos aportar. Seguramente responsabilidad, proteger sobre todo a nuestros mayores y como no, a nosotros mismos con solidaridad y disciplina, porque esta va a ser muy necesaria y sobre todo armarnos de paciencia. Esperar que esa responsabilidad también prevalezca en las altas esferas políticas y que se traduzca en un pacto de Estado de urgencia para luchar contra la pandemia y que se envíen instrucciones precisas y reales, a través de personas autorizadas de manera consensuada que informen con solvencia más allá del tweet del político “personaje”, “atrevido” y de “dedo suelto”, con absoluta falta de coherencia. Tenemos que dar la talla porque poco más nos queda.

Mucho mejores tiempos eran aquellos meses pasados en los que un ángel nos daba los buenos días en el metro, chocando su mano con la nuestra y al observar su sonrisa y la humanidad de muchos con su respuesta, parecía el mejor inicio de una jornada estupenda. Ya le queremos de vuelta.

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