Vivimos tiempos oscuros, ligados al drama. O eso, o es que a lo mejor exageramos todos un pelín cuando expresamos nuestra opinión con respecto a cualquier cosa. Nada nos parece bien: Que si Segovia necesita que se arreglen las infraestructuras deportivas de la ciudad antes que pensar en hacer otras nuevas; que si suben muy pocos aficionados a La Albuera a ver a la Sego y que la culpa – cómo no – es de la antes conocida como junta directiva, o que no se puede alcanzar una igualdad efectiva entre hombres y mujeres haciendo concentraciones o eventos lúdico-deportivos que excluyen a uno de los dos géneros… y podría seguir como para rellenar cuatro columnas.
Todo es un caos, y parafraseando a Fernando Arrabal parezca que el milenarismo va a llegar. Líbreme a mí el Altísimo de coartar la libertad de expresión o de criticar al que, con acceso a internet o a un aerosol para grafitti, opine hasta de la idoneidad de La Alameda como territorio para el solaz de los patos. Pero me canso, oigan, de tanta ofuscación. Un poco de optimismo, por favor. Una miaja de alabar lo bueno, que hay mucho, y debatir sobre cómo mejorar el tránsito por este mundo sin estridencias ni voceríos.
Ese afán por vilipendiarlo todo, porque tenemos dos minutos libres esperando el autobús o en el retrete y no se nos ocurre otra cosa que sacar de dentro esa mala gaita que nos provoca la jefa, el vecino o el profesor de química, es un mal endémico tan serio como el coronavirus. Esa negatividad es, además, el caldo de cultivo ideal para el derrape neuronal y la ofensa gratuita que, menos mal, en según qué foros se soluciona con un bloqueo.
Hay buenas noticias por ahí. No hace falta hurgar mucho. Tendremos dos deportistas en los Juegos Olímpicos, cinco cocineros segovianos compiten por elaborar el mejor pincho regional, y al actor Luis Callejo le han premiado en Aranda como el Actor del Siglo XXI. Tres buenas nuevas me han salido en un momento. Practiquen y ya verán que hay mucho bueno que contar.
