A pesar de los intentos fallidos de concordia, el gobierno socialcomunista que preside Sánchez cada vez está más dividido. Al caso Ábalos y a la presión de los frenéticos golpistas catalanes, se suman las tensiones internas provocadas por los socios y socias de Unidas Podemos. ¿Podrá resistir mucho tiempo así el gobierno frankenstein? Esa torpe maquinaria necesita mucho lubricante para ajustar las piezas. Nada menos que 14 ministerios repartidos en dos grupos de distinta obediencia. En las últimas semanas se han detectado fricciones entre ministerios de una y otra facción. Los síntomas son mucho más evidentes que los del coronavirus. La prueba más sonada fue la que protagonizó la ministra consorte del vicepresidente Iglesias. Su proyecto de ley produjo el espanto de juristas y legisladores por sus abultados errores, no sólo jurídicos. Las duras críticas que soportó la ministra de Igualdad tuvieron la solícita defensa de su cónyuge y vicepresidente y la de su devota corte (republicana) de medios afines.
Pero las tensiones internas del conglomerado gobernante producen serios daños colaterales que sufren los ciudadanos. El más urgente y grave es la evidente falta de organización para atajar la epidemia del COVID-19. El “plan de choque” recientemente anunciado por Sánchez después de un mes sin dar la cara es una burla cruel. Como lo fue en su día cuando culpó al anterior presidente de la crisis del ébola; sin las consecuencias letales de ésta. Esta situación de desconcierto por la irresponsabilidad del doctor Sánchez, se suma al incierto panorama social y político que ya existía. Sin presupuestos generales y con la permanente amenaza de los golpistas catalanes. Ante la inoperancia y falta de credibilidad del presidente Sánchez, algunas Comunidades Autónomas han tomado medidas para detener el contagio del virus.
Así que, es pertinente preguntarse por el futuro próximo de la cohabitación gubernamental. En estos casos, la historia no miente: siempre se impone el más radical de los dos bandos. En la segunda república los comunistas se hicieron con el control y el Frente Popular hizo el resto. En este momento, tenemos un ejecutivo concebido y parido al calor de los independentistas declarados, comunistas bolivarianos y filoetarras. Un conglomerado político único para historiadores y politólogos, donde hay materia para especular sobre la evolución de una crisis tan compleja y caótica. Pero la gente corriente que sufre las consecuencias exige un auténtico gobierno y un presidente en quien se pueda confiar. No es el caso. Sin embargo, existe una emergencia sanitaria (ésta sí, no la climática). Y la rápida actuación para contener el contagio exige de cada persona la decisión de acoger los consejos de los facultativos sanitarios. En esta situación de excepción, lo razonable es evitar el pánico y confiar en nuestro gran Sistema de Salud cuya eficacia, especialmente ahora, necesita de todos.
