En el S.XVIII, Felipe V trajo consigo uno de los pasatiempos más bonitos que conservamos en este lugar, el laberinto.
Para el de los Jardines de La Granja de San Ildefonso, se sacó el modelo del famoso tratado que había realizado pocos años atrás el naturalista Dezallier d’Argenville, y que es clave para comprender que la creación de este jardín, no corresponde a una copia o imitación de Versailles o Fontainebleau, sino que se trata de una adaptación de un entorno natural claramente diferenciado del resto, a la tratadística del momento.
Si hablamos del laberinto, hablamos de un espacio de 222,5 por 122,5 metros, con 2.504 metros de paseos y 6.063 de setos de carpe y haya, el equivalente a cuatro campos de fútbol, cuidadosamente preparados para perderte en su interior, casi nada.
Su llamativo diseño, muestra una combinación de líneas rectas y curvas, basadas en una espiral central, a la que acompañan dos grupos de calles, que doblan en ángulo recto, suelen acabar en una calle sin salida y han llevado a muchas personas a verse superados por el ingenio de Dezallier.
Después de sufrir largos periodos de abandono y tres restauraciones, conserva no solo una tradición original, sino el privilegio de ser, una de las máximas expresiones del jardín de estilo francés en España.
