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Pablo Martín Cantalejo – Tampoco era segoviano, pero…

por Redacción
3 de marzo de 2020
en Opinion, Tribuna
PABLO MARTIN CANTALEJO web
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En efecto, José Martínez Ruiz, “Azorín”, tampoco era segoviano, como ocurre con Pérez Galdós al que me referí hace unas semanas. Pero Azorín, nacido en la localidad alicantina de Monóvar, también escribió mucho sobre Segovia, más que otros que tanto se jalean en estos días aquí, e incluso publicó en 1925 una novela, “Doña Inés”, que se desarrolla en la ciudad y con personajes segovianos.

El libro quizá más completo sobre el escritor es el titulado “Azorín íntegro”, cuya autoría se debe a Santiago Riopérez Milá, abogado y muy aficionado al periodismo en su juventud, que tuvo una gran amistad con Azorín a pesar de la diferencia de edades; el maestro se volcó con Santiago y le contó e hizo muchas confidencias, que recoge en el libro citado. También Riopérez escribió, pocos años antes de su fallecimiento, otro libro autobiográfico titulado “Si preguntáis por mí”, en el que cita su origen segoviano, como he referido en alguna ocasión, ya que era hijo de Daniel Riopérez y Milá, nacido en la plaza de la Merced y sobresaliente orfebre, iniciado en París en la profesión que posteriormente siguió en España, y fue precisamente quien, con la colaboración de Manuel Otero, elaboró la corona de la Virgen de las Fuencisla, sobre diseño del también entonces joven escultor segoviano Florentino Trapero, con la que fue coronada solemnemente en la Plaza Mayor en 1916.

Azorín tuvo una buena amistad con otro ilustre segoviano, el doctor Teófilo Hernando quien, durante la estancia en París de ambos, entre 1936 y 1939, junto a otros intelectuales españoles, atendió a Julia, esposa de Azorín, “de una peligrosa machacadura en un dedo”. Como testimonio gráfico de una de sus visitas a Segovia, en el libro “Azorín íntegro” hay una fotografía del escritor, tomada junto al Acueducto, con otros dos escritores-periodistas amigos suyos. También tuvo amistad, aunque 13 años menor que él, con Ramón Gómez de la Serna, otro escritor “olvidado” en Segovia a pesar de su también gran vinculación con la ciudad y de la autoría de la novela “El secreto del Acueducto”.

La novela “Doña Inés (Historia de amor”), publicada en 1925, inicia el relato en Madrid pero pronto su protagonista se traslada a Segovia para visitar a su tío Pablo, momento en el que ya toda la acción se desarrolla en nuestra ciudad, con varios pasajes en los que el maestro hacía interesantes observaciones, como “La luz de Segovia es más reverberante y fina que la luz de las otras ciudades españolas. Vive la alta torre (de la Catedral) en la luz. La hora del día, el tiempo, el sol, las nubes, hacen cambiar a la torre de color y aun de forma. Los resaltes de los ángulos son más salientes, o desaparecen, y el matiz llega a rojizo, pasa por amarillo, se desvanece en un pajizo suave, según la luminosidad del monumento”. Otro de los elogios a la ciudad, dentro del relato novelesco, dice: “A lo largo de los siglos, desde la remota antigüedad, el esfuerzo y la inteligencia de los hombres han ido creando en Segovia el Acueducto, la Catedral, el Alcázar, otros muchos bellos edificios. Siglo tras siglo, lentamente, un denso ambiente de espiritualidad y de belleza se ha ido formando. Y semeja que toda esa tradición, toda esa atmósfera de inteligencia, todo ese ambiente de sensibilidad refinada, se reconcentran durante este minuto de cielo radiante, sereno, en el breve término del nítido mantel, sobre el que se mueven unas manos finas y purpurean las rosas”.

Azorín tiene, pues, numerosas citas y observaciones sobre la belleza de la ciudad, los paisajes de su entorno –especialmente contemplados desde los miradores de La Canaleja y de los jardines del Alcázar por su romántico poeta, amor de Doña Inés, Diego de Garcillán-, sus recoletos espacios y jardines interiores, sobre sus personas y algunos populares personajes… “No está solo el poeta (con referencia a Diego). En la visión que el viajero se forma de Segovia, rebullen en caos magnífico todos los monumentos de la ciudad. La mente se llena de palacios, iglesias, capillas, arcos, capiteles, rejas, ventanas, torres, retablos…”

No estaría de más que, en el mundo segoviano de la cultura, “redescubriéramos” la literatura de Azorín, un brillante y “austero” escritor en sus textos descriptivos con pocas palabras pero cada una muy expresiva, quien precisamente murió ayer hizo 53 años, el 2 de marzo de 1967, a las nueve de la mañana y a sus 94 años, en su domicilio madrileño de la calle de Zorrilla.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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