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Pablo Martín Cantalejo – Recuerdo en un cincuentenario

por Redacción
19 de febrero de 2020
en Opinion, Tribuna
PABLO MARTIN CANTALEJO web
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Hay fechas que quedan grabadas, a veces solo en unas personas, otras en un contingente mayor, como puede ser el de unos miles de habitantes en una ciudad. Y este último caso corresponde a Segovia donde muchos de sus residentes tienen aún en la memoria la figura nada brillante de D. Antonio, que ocultaba un cerebro y un corazón muy diferentes a su físico exterior. Y el medio siglo que ha transcurrido desde la fecha de su consagración como obispo sigue permanente, repito, en muchos, y de mantener su memoria y recuerdo bien se encargan los “Amigos de D. Antonio”, que lo harán patente el próximo día 22.

Sus primeros meses en la ciudad pasaron desapercibidos para mucha gente. No era frecuente que un obispo, vestido de sotana, entrara en un estanco a pedir tabaco. No era normal que en sus inicios en la ciudad viviera en una casita aneja a la residencia de las Hermanitas de los Pobres, ni siquiera llegaban a entender muchos que luego tuviera como hogar un modesto piso frente al Seminario Diocesano, olvidándose del gran palacio episcopal. Y tampoco sería muy normal para algunos que le vieran entrar en este periódico, muchos de los días que iba desde su casa al palacio, donde le recibía en mi despacho e inmediatamente me decía:

—Cuénteme noticias, cosas…

—Pero, D. Antonio —replicaba yo—, si usted sabe muchísimas más y está más enterado que yo, aunque no sea de mi profesión.

Y seguía una conversación amable, cordial, en la que don Antonio contaba y exponía experiencias, ideas y enseñanzas.

Tardó un poco Segovia en “conocer” el verdadero talante de D. Antonio, que en un principio tuvo enfrente a no pocas personas, muchas de las cuales fueron “cayendo” ante su comportamiento sencillo y ejemplar y, por supuesto, ante su magisterio eclesiástico y su profunda cultura oculta bajo unos lentes de gruesa montura que hacía muy particular su rostro. Y aquí empezó a conocerse al nuevo obispo de Segovia, entre los que sí aceptábamos su magisterio y los que seguían distanciados ante los contenidos de sus homilías, inolvidables. Su generosidad acogiendo a sacerdotes rechazados en otros lugares, e incluso visitando a los que el régimen tenía encarcelados en Zamora (como bien recordaba Ángel Galindo, hoy vicario general, en su artículo publicado en este diario el pasado día 9), hicieron que levantara “sospechas” en algunas autoridades. Pero D. Antonio supo ser fiel a sus excepcionales convicciones y a su profunda fe para “pasar” por encima de los dimes y dirites de un pueblo. Y su paso por esta diócesis, y su estima en las altas esferas eclesiásticas, siguen en la memoria ante su incuestionable magisterio y, sobre todo, ante su humildad, sencillez y bondad.

Su recuerdo siempre está presente en la capilla de San Antón, en la catedral, donde sobre la losa de su tumba no falta un homenaje floral.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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