Hacemos el balance de lo bueno y malo, cinco minutos antes de la cuenta atrás”, (parte de la letra de ‘Un año más’, de Mecano).
Aniversarios, centenarios de la desaparición de escritores como Galdós y Benedetti y el nacimiento de Delibes y Noveau y el recuerdo de aquella estadía de Alberti en San Rafael.
Nocheviejas con agujeros en el alma, o llenas de júbilo inconsciente. Un repaso de años que se fueron a ritmo vertiginoso, viajes llenos de experiencias, aprendizajes intensos y momentos irrepetibles, recuerdos imborrables, divorcios de fechas que se atragantan, ancladas en una ruleta rusa esperando ser reemplazadas, y empeñados en procurar que otras no nos bailen en la memoria.
Y en la cuenta de pérdidas y ganancias de nuestra vida un brindis para seguir contándolo. Un futuro, que claudica para ser compartido con el destino rebelde y caprichoso, que declara la guerra a todas las decisiones, en un continuo proceso de abandono de etiquetas.
Un camino, aún por revelarse con una incertidumbre cierta, en guardia con un nuevo comienzo, un volver a empezar por las cuestas de enero, encarando el año nuevo como una oportunidad renovada para mejorar aquello que sí necesita mejorar.
Y en el polémico concepto de sí ya llegó o no, una nueva década, o en su defecto, decenio continuamos guerreros en la inevitable y maravillosa batalla de vivir.
