Con el día de Reyes se pone fin a las fiestas navideñas. Ya la cabalbata pasó por el pueblo portando la ilusión de los pocos niños en forma de dulces y algún juguetillo, mientras los mayores se calentaban por fuera en la tercera luminaria y por dentro con un rico chocolate Herranz, no podía ser otro aquí, en el lugar donde nació y durante tantos años se elaboró.
Cómo me recuerda la madrugada del siete de enero la escena final de la deliciosa película “Bienvenido Mister Marshall “ ( 1953 ) donde la ilusión de aquellas gentes en forma de sombrero de cartón es arrastrada por la corriente del agua de lluvia.
De este siete de enero aquí, en la plaza de Migueláñez, y seguro que de tantos pueblos tan depoblados, ya únicamente quedan las cenizas sobre la arena donde ardió la última luminaria, los altavoces que enviaban las notas navideñas desde el balcón del Ayuntamiento ya enmudecieron y sobre el pavimento de la plaza se ven cubiertos de escarcha los papelillos de colores arrojados al paso de los Reyes Magos.
Estamos empezando lo que se ha dado por llamar “la cuesta de enero”, pero aquí, en la España vaciada, recordando el pasado de hace seis o siete décadas, se hace cuesta arriba casi todo el año, no por los excesos de la reciente Navidad, sino por la soledad que queda. Ya los últimos estudiantes vuelven a la Universidad, los adolescentes al Instituto y los poquísimos niños al colegio de Bernardos, pues ya hace décadas que las tres aulas que aquí existieron, con más de cien niños, desaparecieron, como se acabaron las cuatro panaderías, las tiendas de ultramarinos, la pescadería, las dos carnicerías, el estanco….y el cine que con tanta ilusión levantó el pueblo, y que allá por el año 70 dejó de proyectar , lo que supuso un golpe en la vida social de los vecinos. Ya ni médico, ni veterinario, ni maestro, ni cura…y solamente el bar Casino abre los fines de semana con un esfuerzo digno de encomio. Hace meses cerró el bar del Cine que contaba con unas excelentes instalaciones (barra, salón anexo para eventos, cocina bien instalada, pequeño restaurante) que es propiedad de todos y donde no se escatimaron esfuerzos para adaptarle a las exigencias actuales. Esperemos que pronto reabra sus puertas, pues su ausencia merma la vida social del lugar.
Bueno, pues así como los habitantes del lugar de la película de Berlanga soñaron con ilusiones efímeras sobre los regalos que los “yanquis” les iban a proporcionar: vacas, máquinas de coser, tractores… y se quedaron en eso, en sueños y en unos sombreros de cartón flotando en arroyuelos de calles embarradas, quizá también nosotros soñemos con tiempos pasados más esplendorosos, cuando los pueblos tenían gente trabajando, había servicios, y los niños correteaban jugando al balón o al escondite en la plaza o en las eras.
Acabo de enterarme que la autopista AP 6, que nos une con Madrid, no se libera del peaje como ocurre con alguna de Levante o Andalucía, y algo indignante, no sólo eso, si no que el peaje sube más de la media del resto de estas vías, parece ser que para solventar las pérdidas o la gratuidad de otras. Un palo más que nos dan a esta España vaciada que tan poco ruido hace, a la que los políticos, igual del color que sean, solamente reparten, también como en la película del 1953, ilusiones en tiempo de campaña electoral, ilusiones que saben que raramente van a ser satisfechas, cuando les encanta venir por los pueblos y hacerse la foto en un tractor o charlando con uno de los pocos pastores que aún quedan guardando su rebaño en el campo castellano. Es una pena que seamos tratados así, que creen falsas ilusiones que siempre se desvanecen.
No solamente los políticos desdeñan con falta de ayudas a las pequeñas poblaciones, sino también, a veces, las sociedades urbanas también lo hacen acusándolas de de innecesarias y subvencinadas, cuando hay que ponerlas en valor, no sólo por el pasado que han protagonizado, sino porque sin ellas, el futuro de la sociedad urbana sería triste y oscuro.
Pueblos orgullosos de sus campos y de la joya tan poco valorada que son sus pinares y que ahora pretenden “ tirar a la basura” cuando de ellos han salido sus gentes para trabajar en las industrias creadas en las grandes ciudades y que gracias a los productos que generan, las urbes pueden crecer; lugares donde el aire puro y el silencio son música que funde a las personas con la Naturaleza…
Ójala , acabadas las fiestas ,fuera un buen regalo de reyes que la Administración y la sociedad tomaran conciencia del drama de esta España, en la que sus gentes tratan de ayudarse unos a otros y luchan por mantener su identidad, sus costumbres y tradiciones. Pero en este contexto cabe la esperanza de que lo que es ahora la España vaciada se convierta, y eso puede ser, en la España de las oportunidades.
Que el año recién comenzado convierta en realidad el sueño de estas gentes por un vivir acorde con los tiempos y no ser considerados como ciudadanos de tercera.
