El día 12 del pasado mes de diciembre se cumplieron 50 años del final del episcopado de mons. Don Daniel Llorente y Federico, después de 25, en la diócesis de Segovia. Cuatro años antes, cumpliendo la prescripción del Concilio Vaticano II para los obispos al cumplir los 75 años, Don Daniel puso su ministerio episcopal a disposición del papa Pablo VI, quien por reconocimiento de lo excepcional de este prelado dilató la aceptación. El obispo Llorente y Federico había participado como Padre Conciliar en las cuatro etapas de la Asamblea Ecuménica.
Durante los dos cursos de su doctorado en Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana de Roma había profundizado en su vocación al presenciar las catequesis de San Pío X a los niños y también las del Secretario de Estado, el español cardenal Rafael Merry del Val, por el cual es después ordenado presbítero. Son años estos en que establece consistentes lazos con pedagogos y catequistas principalmente alemanes y austríacos, que mantiene siempre. A su regreso a Valladolid, su ciudad natal, en agosto de 1906, trae consigo una aceptable biblioteca con libros pedagógico – catequísticos en alemán, francés e italiano, lenguas en que habla y escribe.
Con este bagaje es nombrado profesor de Derecho Canónico en el Seminario Conciliar y durante 18 años párroco de San Miguel, donde decide no dedicarse en exclusiva a las altas cátedras que le esperan, sino bajar al nivel de los niños y formarles en las verdades principales del cristianismo. Se entrega así a la vocación pedagógico – catequística y los arzobispos de Valladolid lo comprenden dándole toda clase de oportunidades. Alma mater del Primer Congreso Nacional Catequístico de Valladolid en 1913, del Segundo en Granada en 1926, del Tercero en Zaragoza en 1930, a sus 50 años este sencillo sacerdote logra crear y regentar en el Seminario vallisoletano la primera Cátedra de Pedagogía Catequética de España, con lo que escala los más altos puestos en materia de pedagogía y catequesis en toda la península y en Europa.
A finales de mayo de 1942 se encuentra como obispo auxiliar de Burgos donde descubre una trayectoria clara en su actuación: las Visitas Pastorales. Recorre todas las parroquias de la archidiócesis poniendo especial acento en la catequesis a los niños, se siente verdadero hermano de los sacerdotes y eficazmente unido a los maestros. Él mismo es maestro desde sus primeros años de sacerdote. Cuando el 22 de abril de 1945 llega a Segovia trae como uno de sus primeros objetivos las Visitas Pastorales y su llegada a cada pueblo se convierte en una fiesta con las iglesias abarrotadas de fieles para gozar de la catequesis del obispo. Su fama inspira estas palabras al entonces Deán de la Catedral: “es el auténtico varón de Dios, dulce, sencillo, humilde y abnegado, cuya santa vida y elevadas aspiraciones son la más sólida garantía de que su labor apostólica ha de verse favorecida con una protección divina muy especial…”. Así se manifiesta continuamente. Había prometido puertas abiertas en su residencia y nunca las cierra.
La atención a sacerdotes y Seminario Conciliar ocupan su principal dedicación. Con los primeros se presenta siempre sencillo, humilde, acogedor, si bien algunos no entienden esta forma de ser y actuar y le tachan de débil. Al Seminario lo restablece materialmente, tras haber sido hospital durante la contienda civil y le abre a nuevas formas acercándole a la ciudad con importantes actuaciones culturales y sociales. En la década de los 1960 se cuentan más de 500 seminaristas y cada año ordena un promedio de 10 presbíteros con lo que prácticamente se encuentran sacerdotes en cada pueblo.
Destacamos que observa una activa participación en el Cuarto Congreso Nacional Catequístico en Valencia, ya obispo él de Segovia en septiembre de 1950 y su intervención inolvidable en el Congreso Internacional Catequístico de Roma en ese mismo año con la ponencia: “la instrucción religiosa de los niños en la parroquia” con la que causa auténtica admiración en todos los congresistas, recibiendo especiales felicitaciones de varios cardenales y del nuncio en España. Tales éxitos llegan a la diócesis segoviana y no sólo crece el entusiasmo sino la asistencia de sacerdotes a las Semanas Sacerdotales y de maestros a las Jornadas de Pedagogía.
Muchas virtudes le adornan y profunda es su espiritualidad, pero posiblemente destaca por su pobreza y alejamiento de todo deseo de poder. En el Palacio Episcopal se vive con austeridad tanto en la alimentación como en el ornato de sus estancias. Vive únicamente con el mobiliario propiedad del obispado. Sí destaca de forma patente su cada vez más nutrida biblioteca de unos 3.000 volúmenes de tema pedagógico– catequístico en varias lenguas. La dona después a los religiosos de La Salle y en la actualidad en lugar desconocido, cuando hubiera constituido el centro de alguna fundación pedagógica en Segovia. En 1910 funda Revista Catequística que dirige durante 25 años y en la que escribe 250 artículos y recoge las mejores firmas en pedagogía y catequética de España y Europa. Llega además a publicar 26 libros sobre este mismo tema algunos redactados en Segovia y todos muy conocidos en España e Hispanoamérica. Se cuentan innumerables conferencias suyas por toda España a lo largo de 50 años.
De salud siempre delicada, padece varias enfermedades, algunas graves, con varias operaciones. Fallece en el Hospital de la Misericordia de Segovia al anochecer del sábado 27 de febrero de 1971. Consternada toda la ciudad, su funeral el lunes 1 de marzo supuso toda una demostración de amor y sentimiento. En su homilía el obispo don Antonio Palenzuela Velázquez dijo entre otras cosas: “No puedo ocultar la gran emoción que me embarga al dirigiros la palabra. Nuestro querido señor obispo, don Daniel, ha muerto…Todo el pueblo de Segovia ha desfilado ante su cadáver. He podido ver la emoción en vuestros rostros cuando pasabais ante su féretro en la capilla del Palacio Episcopal… Él realizó su servicio apostólico de la manera más sencilla, la más pobre, la más austera. No pregonó, no hizo mercancía de esta sencillez y austeridad. La vivía como una consecuencia de su condición de cristiano, de sacerdote y de obispo…”
Se encuentra enterrado en la Vía Sacra de la Catedral y sobre su lápida se leen estas acertadas frases: “D. Daniel Llorente y Federico, obispo emérito de Segovia. Ejemplar en virtudes sacerdotales. En ciencia principalmente de tema catequístico verdaderamente preclaro. Amantísimo maestreo de los niños. Descansó en el Señor el 27 de febrero de 1971”. Una perfecta semblanza del Excelentísimo y Reverendísimo D. Daniel Llorente y Federico, quien oró continuamente por su Iglesia segoviana y que ahora intercede ante el Señor por su “ amada diócesis” . Este eminente santo y sabio obispo no puede permanecer en el olvido de los segovianos. Pasado un año celebraremos el cincuenta aniversario de su fallecimiento y podría constituir ocasión sin igual para volverle a nuestro recuerdo, nuestra valoración y al agradecimiento que se le debe en esta diócesis. Pronto puede aparecer una primera biografía sobre nuestro obispo, D. Daniel, en la que sus antiguos fieles pueden conocer y gozar de su sencillez, humildad y santidad de vida.
