A un año de celebrarse la trigésima edición del Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma, este galardón que otorga la Diputación de Segovia ha dejado bien claro que es un reconocimiento plural y abierto al mundo de la poesía, con la concesión ayer del primer premio y un accésit a dos poemarios muy humanos, dos claros ejemplos de la creación intelectual en castellano. El vigesimonoveno Premio Jaime Gil de Biedma, un galardón internacional que cada año reúne las candidaturas de cerca de un millar de autores, este 2019 ha ido a parar a las manos de Juan Antonio González Iglesias. El escritor, reconocido ya con otros premios como el Vicente Núñez, el Generación del 27 o el Loewe, también fue en 1997 merecedor del accésit de este ‘Gil de Biedma’ y hoy, echando la vista atrás a aquellos días, admitió que “hay una cosa muy buena de este premio; y es que no sólo reconoce a uno”. Juan Antonio González recibió el premio por su poemario ‘Jardín Gulbenkian’, consistente en 10.000 euros, una pieza exclusiva del Centro Nacional de Vidrio y la publicación de su trabajo por la editorial Visor. Por su parte, Ángel Fernández Fernández recogió el accésit, dotado con 3.000 euros y una pieza también de vidrio, por el libro ‘La huerta de los manzanos’.
El ganador revelaba que el título le llegó en su última visita al jardín lisboeta, fascinado por el nombre y por haberse dado cuenta de que ambos habían sido “engendrados el mismo año”. “A mí la palabra Gulbenkian me sonaba a todo y el jardín es serenidad, es armonía… y éste además custodia la mejor colección de arte de Portugal”, comentó el poeta, añadiendo que “el libro apela a nuestra tradición humanística; es una defensa de la amistad y la serenidad en un mundo en el que nos incita continuamente a enfurecernos y enfrentarnos unos con otros”.
Los versos del ganador eran también evocados minutos antes por el presidente de la Diputación, quien resaltó el compromiso de la institución provincial con un premio que el próximo año cumplirá tres décadas de vida homenajeando al poeta catalán afincado en Nava de la Asunción. “La Diputación va a seguir apoyando la creación lírica, en la convicción de que la poesía, sobre todo la denominada testimonial, es fuerza, aliento y voz interior que nos permite crecer en lo personal y también en lo colectivo y lo social”, aseveraba De Vicente. Y precisamente por esto, por el poder transformador de las letras y por la capacidad, tanto de Juan Antonio González Iglesias como del ganador del accésit, Ángel Fernández Fernández, de “cambiar el mundo con la palabra e introducir en el ser humano, primero una mirada sensible y después una gran victoria ideológica; esa que llega cuando, con empatía, se reconoce la superioridad del juicio y criterio ajeno”, el presidente de la Diputación animaba a ambos poetas a “seguir acariciando y cicatrizando” con unas letras “necesarias para conseguir una sociedad más equitativa y más justa”.
Un año más, para el jurado no ha sido sencillo encontrar entre los más de 800 poemarios recibidos la justicia que determinase a González Iglesias como ganador del premio. “Ha sido la edición más nivelada en cuanto a las temáticas de las obras recibidas”, señalaba hace unos meses, antes de conocer al ganador, Gonzalo Santonja, coordinador de un jurado del que han formado parte Luis María Anson, Antonio Colinas, Juan Manuel de Prada, Carlos Fernández, Fermín Herrero, Raquel Lanseros, María Ángeles Pérez y Jesús García, de la editorial Visor, además del jefe de Servicio del Área de Cultura, Juventud y Deportes, Emilio Lázaro, como secretario y del expresidente de la Diputación, Francisco Vázquez, quien en su día presidió el jurado.
Para Santonja, si Juan Antonio González Iglesias ha recogido el testigo de Jaime Siles, anterior ganador del Premio, es porque “ha escrito un poemario desde la alegría del cuerpo y del corazón” y porque, siguiendo “de forma coincidente y muy oportuna la estela de Siles, con la intensidad de los clásicos latinos ha escrito un libro radicalmente humano”.
También quiso Gonzalo Santonja dedicar unas palabras a ‘La huerta de los manzanos’, el libro por el que Ángel Fernández Fernández recibió un accésit, y del que el crítico literario apuntó que “todos sus versos llevan a la infancia del autor, a su paraíso infantil”. El propio Ángel Fernández secundó las palabras de Santonja y reconoció haber compuesto “una memoria infantil en Sabero, en León, en la que hablo de los recuerdos de mi madre, de mi abuela…”.
