La historia de Carmen Tórtola Valencia, bailarina, erudita, musa de la generación del 98, es la historia de una mujer olvidada. Una más de las que se han quedado en la cuneta del camino de la Historia, otro triste caso de desconocimiento y falta de reconocimiento de los que hay muchos, demasiados, en nuestro país.
El Festival de Segovia, que organiza la Fundación don Juan de Borbón, cerró ayer jueves su cuadragésimo séptima Semana de Música de Cámara con un poco usual espectáculo de danza que se ha propuesto sacar del olvido el personaje de una gran bailarina, de una mujer fascinante.
Abandonada al nacer por sus padres biológicos, sus padres adoptivos la dejaron con tres años con un conocido inglés, que le dio una exquisita educación, haciendo de ella una mujer de mundo. Muy joven, Carmen Tórtola decidió dedicarse a su pasión, la danza, y enseguida obtuvo reconocimiento en numerosos países.
En España, donde llegó en 1912, fue amiga de Ramón Gómez de la Serna, de Valle-Inclán, de Jacinto Benavente, de Pérez de Ayala… y de Ignacio y Daniel Zuloaga. En la iglesia de San Juan de los Caballeros danzó Tórtola hace un siglo, cuando era el estudio de Daniel Zuloaga, y este fue el espacio elegido por la bailarina Clara Bueno para desarrollar, anoche, una de las primeras funciones de su espectáculo ‘Tórtola Valencia, mujer eterna’.
El espectáculo va narrando, con un interesante soporte audiovisual, la fascinante vida de Carmen Tórtola Valencia, desde sus primeros años a su iniciación en la danza, su descubrimiento de las danzas orientales, su éxito por todo el mundo. Se combina además con fragmentos de poemas y textos que autores de su época le dedicaron.
Toda esta parte más narrativa del espectáculo da pie a las siete piezas de danza que completan el espectáculo, obras que bailó Tórtola en su día, en algunos casos especialmente compuestas para ella, y que en este caso son elegantemente danzadas por Clara Bueno, reconocida como una de las pioneras en España de la danza oriental.
Una interesante velada, en torno a un personaje fascinante y en un entorno único, por su peso histórico y emocional.
