Ha recorrido más de 800 kilómetros a pie, entre el Cap de Creus en el Mediterráneo y el Cabo de Higer en el Cantábrico, con el objetivo de denunciar el uso abusivo del plástico y demostrar cómo estos desechos están llegando a los rincones más recónditos y prístinos del planeta.
Sin eslóganes y sin patrocinadores, Rafael Sanchís ha empleado 40 días en recorrer los más de 800 kilómetros del sendero transpirenaico que transcurre por cuatro comunidades (Cataluña, Aragón, Navarra y el País Vasco), además de Andorra y en algunos pequeños tramos también por Francia.
No es la primera vez que Rafael Sanchís se embarca en un viaje con un componente de aventura para denunciar el deterioro ambiental y posteriormente compartir sus vivencias como educador y sensibilizador ambiental, pero sí ha sido la experiencia más dura, con jornadas en algunos casos maratonianas y constantes subidas y bajadas en cotas siempre muy elevadas.
A su paso ha recogido todos los residuos plásticos que ha encontrado, y ha contrastado así el sentimiento de grandeza que le transmitían los paisajes pirenaicos y la tristeza por encontrar, por ejemplo, los restos de un “festín” a 2.500 metros de altura, con decenas de latas, bolsas de aperitivos y botellas.
Hace ya varios años, mientras bordeaba la isla de Ibiza en un kayak, vio a un turista alemán recogiendo restos de basura en una playa y decidió entonces emprender este tipo de aventuras. El pasado año recorrió 5.000 kilómetros en bici por España recogiendo todo el plástico que encontró a su paso.
Sanchís ha enmarcado todas estas experiencias en un proyecto (‘Miss Pachamama’, nombre que los precolombinos daban a la Madre Tierra) y compagina la iniciativa que ha puesto en marcha para vender productos sin plástico con las charlas y conferencias que imparte para difundir sus experiencias y sensibilizar, sobre todo a los más pequeños, sobre el desgaste que padece el planeta.
Aunque reconoce que son acciones “minúsculas” comparadas con las campañas de algunas administraciones, grandes empresas u organizaciones ecologistas, siente que el anonimato da a su acción una dosis extra de autenticidad y de verdad.
“El plástico lo envuelve todo en nuestro día a día, todos nuestros hábitos; yo lo que quiero es dar a conocer el problema, demostrar que estos residuos están llegando a todos los rincones, proponer soluciones y concienciar a la gente sobre la dimensión real del asunto”, asegura.
Basuraleza
Durante la transpirenaica, Rafael Sanchís ha conocido decenas pueblos de montaña, ha dormido en refugios, a la intemperie o en una pequeña tienda de campaña, ha soportado temperaturas extremadamente altas pero también ha caminado sobre nieve o hielo; y ha admirado paisajes de montaña que se le antojaban “increíbles”.
La cruz: ha llenado cada día su mochila de los restos plásticos que encontraba al paso: cientos de latas, botellas, mascarillas, zapatillas y bolsas de aperitivos.
“Son muchas horas solo, empotrado en la naturaleza, reflexionando sobre este asunto y sobre cómo mejorar este problema medioambiental; la conclusión es que sí, que podemos llegar a vivir sin plásticos”, subraya.
Rafael Sanchís cree que va a hacer falta un periodo de transición que va a durar años, y que dependerá en gran medida de las decisiones que cada individuo adopte en sus rutinas y hábitos de consumo, pero está convencido de que cuando las personas “tomen las riendas” de esas rutinas y las empresas apuesten por materiales más respetuosos con el medio la situación se va a revertir.
A su juicio, es un error delegar los compromisos en las empresas, “cada individuo tiene su pequeña dosis de responsabilidad”.
