“Ahora, si uno va al Azoguejo y se detiene a mirar al cielo, parece que hay muchos vencejos volando junto al Acueducto; es cierto, son muchos, pero su número es muy inferior al de hace medio siglo”, compara el naturalista Javier Sáez Frayssinet, quien advierte que únicamente quienes hoy peinan canas son capaces de apreciar la evolución de esta especie emblemática de la ciudad de Segovia. La percepción de Frayssinet es coincidente con la de los principales expertos en Apus apus, quienes en los dos últimos congresos internacionales sobre la especie —en Cambridge (Reino Unido) y Szczecin (Polonia)— han alertado de un brusco descenso de su población europea en las últimas décadas, estimado en cerca del 40%.
Tras haber dedicado infinidad de horas a observar los vencejos segovianos, Frayssinet ha logrado desvelar algunas de las claves de su comportamiento. “Curiosamente —sostiene, después de consultar en un cuaderno de campo— en los últimos cuatro años han llegado en la misma fecha a Segovia: el 13 de abril”. Una vez en la ciudad, buscan su nido, dado que el vencejo es una especie con tendencia a la filopatría, esto es, a regresar justo al lugar donde nacieron. El Acueducto da cobijo a un buen número de vencejos y, en menor medida, las iglesias y los monasterios de la capital. En cualquier caso, Frayssinet denuncia que cada vez tienen más problemas para utilizar su nido. “Una de las causas principales de la disminución de la población es la rehabilitación de los edificios, pues se tiende a tapar todos los huecos y así se pierden los nidos ”, explica el naturalista. A modo de ejemplo, cita el caso de la iglesia de San Millán, recientemente rehabilitada. “Cuando llegaron los vencejos, se formaban bandos muy grandes de vencejos que daban vueltas y vueltas alrededor de San Millán, buscando sus nidos, sin encontrarlos”, lamenta Frayssinet, quien sostiene que ese templo se ha convertido en “una fortaleza sellada” para la especie.
Fascinado por los vencejos, asegura que los que en esta época del año decoran el cielo “tienen DNI segoviano, pues nacen precisamente aquí”. A Segovia vienen a reproducirse y, una vez acabado ese proceso, se van. Frayssinet defiende que en la ciudad permanecen “cerca de cien días”, desde mediados de abril al 20 ó 25 de julio, si bien es cierto que en los últimos años ha detectado un ligero retraso en la migración de este “viajero incansable”, que en Segovia encuentra un pequeño reposo para llevar a cabo su reproducción.
“Hay que tener en cuenta —prosigue el naturalista— que cuando un vencejo se tira del nido para volar, lo más probable es que no vuelva a posarse en dos años”. Todo ese tiempo está volando, sin parar. Cada día, al atardecer, los vencejos no reproductores se juntan en grandes bandos y ascienden hasta unos 2.000 metros de altura, donde pasan la noche. Al amanecer del día siguiente se produce lo que Frayssinet “una lluvia de vencejos”. “No es broma —asegura—; poco después de que clarear, empiezan a caer del cielo”. Su jirriar —una palabra recientemente acuñada por el naturalista Joaquín Araujo para denominar su canto— da alegría, sobre todo, al centro histórico de Segovia, aunque sin olvidar otros puntos de la ciudad donde la especie es bienvenida, como ‘el Pirulí’ de Nueva Segovia, en el que SEO – Segovia, con el asesoramiento de Foro Geobiosfera, instaló cajas para la reproducción de la especie.
Volviendo al tema de las rehabilitaciones de edificios, Frayssinet pide la colaboración de los propietarios privados, pues “se han realizado muchas obras que han supuesto la destrucción de muchísimos nidos”. Y, a juicio de Frayssinet, la desaparición de los vencejos de Segovia supondría, además de la pérdida de una de las dos especies más emblemáticas —la otra es la chova piquirroja—, un gravísimo deterioro de su medio ambiente.