Aspiraba el cigarrillo —a ser posible, Gauloises— con ansía, mantenía el humo en sus pulmones un par de segundos y, después, espiraba lentamente. Y así, entre calada y calada, iba reflexionando. Meditaciones casi siempre profundas, escuchadas, día tras día durante casi dos décadas, por el periodista Alfredo Matesanz en ‘El Mesón de Patricia’. Francisco de Paula Rodríguez Martín, fumador empedernido, tenía por norma acompañar en el desayuno al pitillo negro francés con un café cortado. De vez en cuando hablaba, de forma pausada. “Cada día daba una lección magistral”, recuerda el locutor de Radio Segovia. Algunos de los clientes del bar prestaban atención a lo que decía. “Se notaba que estaba hablando alguien con autoridad, con conocimiento de la realidad”, sostiene Matesanz. Tras el tentempié, los dos regresaban a la emisora. Y allí, Rodríguez Martín se sentaba en su silla, ante una máquina (últimamente un ordenador), y se ponía a redactar su ‘Comentario’ del día. Matesanz jura que “nunca corregía” el texto. Ni siquiera una coma. Escribía de corrido. Las ondas llevaban después su pensamiento a todas las casas de la provincia.
“En mi opinión, él y el obispo Antonio Palenzuela han sido las dos cabezas mejor amuebladas que hemos tenido en Segovia en las últimas décadas”, estima el presidente de los periodistas segovianos, un convencido de que el primero “hubiera hecho un excelente papel en cualquier foro”, recordando que durante la Transición fue miembro del Consejo de Europa y asesor del vicepresidente del Gobierno Fernando Abril Martorell. A pesar de ocupar esos cargos, Matesanz lamenta que “no fue escuchado en Segovia”, agregando una creencia suya, la de que “mejor nos habría ido si en algún momento hubiera podido dirigir el rumbo de esta ciudad”.
Tres meses después de su desaparición, cuando diversas instituciones empiezan a organizar homenajes en su memoria, se extiende la idea de que Segovia no fue justa con Rodríguez Martín. “Esta ciudad le debe mucho a Paco de Paula, sin duda; es una pena que en vida suya no se le haya reconocido como merece”, defiende José Miguel Useros, que colaboró con él en el ‘Patronato para el Desarrollo de Segovia’, desde el que partió la idea de celebrar el ‘Bimilenario del Acueducto’ (1974). “Él fue el verdadero promotor de aquella iniciativa, de la que luego surgieron un montón de actividades, como el Festival Internacional de Segovia”, recuerda Useros, que cree que Rodríguez Martín fue un pionero a la hora de defender la organización de actividades culturales para que Segovia sacara un beneficio económico. No obstante, en esta ‘hora de las alabanzas’, Useros no tiene inconveniente en admitir que “si bien resultaba una persona valiosísima como generador de ideas, no era ordenado, y en su última época intentaron que cumpliera labores administrativas, algo que no era lo suyo”.
Desde la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, su director, Rafael Cantalejo, considera que Rodríguez Martín “fue un gestor cultural de gran talla”, con una agenda de contactos envidiable para cualquier promotor de los años 70 y 80, y ello sin desmerecer su faceta literaria, en la que obtuvo numerosos premios. Cantalejo dice que “era muy, muy culto” y que, a lo largo de su vida, había logrado entablar amistad con primeras figuras de la cultura mundial. El director de San Quirce valora de él que, con su altura intelectual, asumiera, prácticamente en solitario y “con muy pocos medios”, la organización del Festival Internacional de Segovia. Ahora, San Quirce, academia en la que llegó a ejercer como conservador de la Casa Museo de Antonio Machado, prepara una ‘sesión pública de homenaje’ a Rodríguez Martín, previsiblemente en el último trimestre de este año. Como el resto de los entrevistados por esta Redacción, Cantalejo siente que se le apartara de la vida pública, “de una manera radical, con poca delicadeza”, un hecho que “le marcó bastante”.
Para Rafael Ruiz, de la Fundación Caja Segovia (en constitución), Rodríguez Martín fue “un referente” y “un modelo”. “Él era el gestor factótum”, dice Ruiz de Rodríguez Martín. “Hacía absolutamente de todo —añade el también académico de San Quirce—; tenía un espíritu inquieto, generoso, y diversificaba su trabajo hasta límites que hoy jamás conciben los gestores culturales”. “Tuvimos una enorme complicidad, siempre tendré un magnífico recuerdo de él”, concluye Ruiz.
El pasado domingo, la Diputación de Segovia organizó un homenaje a Rodríguez Martín en el teatro Juan Bravo. Y allí, además de las poesías que recitó Juan Carlos Mestre y la música que interpretó Cuco Pérez, el presidente de la institución provincial, Francisco Vázquez, reconoció que Segovia “estaba en deuda” con Rodríguez Martín, del que quiso alabar “su bonhomía, su delicadeza y su afabilidad pero, sobre todo, su amor desmedido por Segovia”. En ese sentido, reveló que cuando en 1966 obtuvo el I Premio de Poesía “José Rodao”, convocado por la Diputación, lo hizo con un poema titulado “A Segovia”, cuyos dos últimos versos resultaban significativos: “… que cuando hablo de Segovia / estoy hablando de mi propio corazón”.
