El caos, la destrucción y la muerte reinaban ayer en Haití, tras el devastador terremoto que sacudió el país caribeño en la noche del martes, sepultando bajo los escombros a un número de personas todavía sin determinar, pero que fuentes oficiales cifran en «más de 100.000». Mientras la ayuda internacional se movilizaba con rapidez, cientos de voluntarios y miembros de los equipos de rescate buscaban supervivientes entre las ruinas.
El seísmo, de 7 grados en la escala de Richter y con epicentro a solamente 15 kilómetros de Puerto Príncipe, ha causado importantes destrozos en la capital, donde al menos 100 edificios se han derrumbado y donde miles de personas podrían permanecer atrapadas. La situación es «caótica» en esta localidad, donde se teme que haya gran cantidad de muertos, según declaró Javier Domínguez, teniente coronel de la inteligencia militar dominicana, en el puesto fronterizo de Jimaní, por el cual ya han empezado a cruzar en ambulancias los primeros heridos.
El Palacio presidencial y la sede de la misión de la ONU en Haití (Minustah) se han visto gravemente dañados por el terremoto, aunque debido a los problemas en las comunicaciones los datos sobre la situación en el país se van conociendo con mucha dificultad.
El ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner, dio ayer por muerto al jefe de la Minustah, el tunecino Hedi Annabi, al tiempo de que advirtió de que no se tienen noticias de más de 200 de los huéspedes que ocupaban el hotel de lujo Le Montana en la capital.
«Por desgracia el edificio de la ONU se derrumbó y parece que todos los que estaban en él, incluido mi amigo Annabi, enviado especial del secretario general de Naciones Unidas, y todos los que estaban con él están muertos», afirmó Kouchner en la radio.
Varios soldados de la Minustah procedentes de China, Uruguay y Jordania están desaparecidos y podrían haber fallecido, mientras otros países presentes en la misión, entre ellos España, que ha desplegado varios policías y guardias civiles, se hallan a la espera de confirmar el estado de sus efectivos.
Kouchner, que aseguró que es pronto para hacer un balance de las consecuencias del seísmo, señaló que también quedó derruida la residencia oficial del presidente de Haití, Rene Preval, quien salió de la misma y contactó con la Embajada gala en la capital. Francia, antigua metrópoli de la isla caribeña, cuenta con una colonia de unos 1.400 ciudadanos en ese país.
«Mucha gente está huyendo de la capital y eso dificulta que llegue la ayuda. Tenemos que controlar la llegada de la ayuda para evitar que se convierta en una nueva catástrofe», señaló Kouchner, ex presidente de Médicos Sin Fronteras y especialista en crisis humanitarias. Las réplicas del terremoto, de entre 4,5 y 5,9 grados en la escala de Richter, continuaban ayer con cierta frecuencia y podrían seguir produciéndose «durante unos días más», según el Servicio Geológico de EEUU (USGS), que no descarta la posibilidad de un nuevo seísmo, aunque se ha desechado que pueda haber un tsunami.
Los temblores han afectado tanto las modestas casas de madera como los edificios más modernos de Puerto Príncipe y están complicando las tareas de rescate, mientras llegan los primeros equipos enviados por la comunidad internacional, que ha comenzado a movilizarse rápidamente.
La vecina República Dominicana y EEUU fueron los primeros en solidarizarse con los haitianos, dando lugar a una cadena de apoyo que ha ido creciendo de forma espectacular a medida que pasaban las horas y que incluye a gobiernos, instituciones y ONGs.
A la petición de ayuda lanzada por el Gobierno haitiano y la Organización de Estados Americanos (OEA) se sumó ayer la de Benedicto XVI, que apeló «a la generosidad» de la comunidad internacional «ante la dramática situación». Los daños en las infraestructuras entorpecen la distribución de la ayuda humanitaria y es «demasiado pronto» para dar un balance de víctimas, según detalló la portavoz de la Oficina de Ayuda Humanitaria de la ONU, Elizabeth Byrs.
Las prioridades son el rescate de las personas atrapadas bajo los escombros, además de resolver la falta de agua y de lugares temporales de refugio, así como los problemas de saneamiento básicos para evitar epidemias, señaló Byrs.
Haití, uno de los países más pobres del planeta, destrozado por las epidemias, la violencia y la corrupción política, debe afrontar ahora un desastre natural de proporciones bíblicas.
