«La comunidad internacional ha hecho lo que tenía que hacer». Con esta rotundidad se dirigió ayer el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, al Congreso para pedir la ratificación de la decisión del Ejecutivo de participar en la misión internacional contra el régimen de Muamar el Gadafi por masacrar sistemáticamente con tanques y bombardeos al pueblo libio como forma de intentar frenar sus anhelos de democracia y de libertad.
Y con la misma firmeza consiguió el apoyo de los grupos parlamentarios, que respaldaron casi unánimemente la implicación activa de España en la operación militar bautizada con el nombre Amanecer de la Odisea. Solo los dos diputados del BNG y Gaspar Llamazares (IU) votaron en contra de la intervención nacional en la fuerza multinacional que, como recordó el propio Zapatero, «no pretende derrocar al régimen de Gadafi ni ocupar militarmente el país».
Además de los 336 sufragios a favor y de los tres en contra, se registró una inesperada abstención de Aurelio Sánchez Ramos, diputado del PP, partido que, sin que sirva de precedente, se alineó con las tesis del Gobierno, ya que, como recordó Mariano Rajoy, los populares «siempre hemos defendido una posición común en todas las situaciones que afectan a los compromisos exteriores de España y a sus obligaciones internacionales».
El jefe del Ejecutivo explicó que la participación patria en la coalición internacional con 500 militares, cuatro cazas F-18, una fragata, un submarino y un avión de vigilancia marítima estará limitada temporalmente a un mes para el control y garantía de la zona de exclusión aérea y a tres meses para la operación del aseguramiento del embargo. Asimismo, Zapatero se comprometió a volver a pedir autorización a la Cámara «si las necesidades de la operación internacional» obligaran a extender el escenario temporal de las acciones militares y de embargo.
Para el mandatario, cuatro son los requisitos que se cumplen y dan legitimidad a la operación: una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, un acuerdo europeo, una complejidad regional a través de la Liga Árabe y de la Unión Africana y la autorización casi unánime del Parlamento español.
Asimismo, expresó su deseo de que los efectos de la operación militar y de asfixia al régimen libio provoquen un «cambio de régimen». «Lo ideal es que se abra paso la democratización del país a través de un consenso nacional como ha ocurrido en otros países como Túnez y Egipto», argumentó.
Ajustarse a la ONU
Pese a que la Cámara apoyó unánimemente la participación de España, muchos grupos subrayaron que su voto a favor no significa que hayan otorgado «un cheque en blanco» al Gobierno, que debe ajustarse a lo aprobado en la resolución 1973 de la ONU. «La conformidad con la intervención y con las sólidas razones morales en las que se basa es compatible con que nos hagamos algunas preguntas y que insistamos al Gobierno a que él mismo se las haga y traiga a esta Cámara las respuestas», argumentó Rajoy, que entiende que podríamos estar ante un «conflicto largo y enquistado». En este sentido, el líder de la oposición se preguntó en voz alta, por ejemplo, quién ejerce el mando y control de esta operación en estos momentos y en el futuro.
Con respecto al liderazgo, Zapatero aclaró que la actuación militar está en manos de Estados Unidos por razones obvias y que la operación para asegurar el embargo será asumida de forma inminente por la OTAN. Asimismo, quiso minimizar las críticas de grupos como CiU por la tardanza de la comunidad internacional en salir en defensa del pueblo libio pese a los esfuerzos de España. «Aunque a todos nos hubiera gustado una mayor rapidez, el tiempo trascurrido ha sido razonable y proporcionado».
Pero el rifirrafe dialéctico e ideológico lo protagonizaron Llamazares y Zapatero. El primero recordó al presidente que ha pasado del «no a la guerra» de Irak y del sí pero no de Afganistán, a encabezar la coalición contra Libia rememorando en París la foto de las Azores. Ante esta afirmación, que el socialista calificó de «agresiva», el dirigente pidió al diputado de IU que «no desfigure las posiciones de los demás». «Respeto, aunque no comparto, que piense que nunca hay que recurrir a la fuerza, pero no digo que nosotros hemos cambiado», le espetó Zapatero, que añadió que el uso de la fuerza no es «una decisión fácil». «Es verdad que hay gente que estará sufriendo por la intervención, pero estoy seguro que hay más gente que ha dejado de sufrir», concluyó.
El sí casi unánime del Congreso fue contestado desde la tribuna del público por varias personas que corearon gritos de «No a la guerra». Cuando eran desalojadas, varias de ellas pidieron «socorro» de forma vociferante.
