El Centro Segoviano de Madrid, en un acto multitudinario, entregó hace unas semanas los Premios Segovianos del Año. La asistencia de público desbordó todas las previsiones, convirtiéndose en una autentica fiesta, un acto de convivencia de verdadera amistad y paisanaje.
Los galardonados este año con los premios que otorga el centro fueron: Eduardo Esteban Rincón, María del Mar Olmos Santos y el colectivo de profesionales de la gastronomía del pequeño pueblo segoviano de Cascajares.
Eduardo Esteban Rincón nació en Hoyuelos, un pueblo de la Campiña Segoviana hoy anexionado al municipio de Santa María la Real de Nieva. Ha venido ocupando destacados puestos importantes de la judicatura, siendo en la actualidad fiscal del Tribunal Constitucional, cargo al que ha llegado tras una brillante trayectoria en su carrera.
Estudió en el prestigioso Domingo de Soto, de Segovia. En sus propias palabras, dijo que en Segovia ha pasado la mitad de su vida, y en Madrid la otra mitad; le gusta decir por donde va que es segoviano, aunque también madrileño porque Madrid le acogió desde su llegada como un madrileño más.
María del Mar Olmos Santos es natural de Cuéllar, la capital segoviana del mudéjar, y viene desempeñando una encomiable tarea en el madrileño Hospital de la Princesa, como técnico de Radiología, con una total entrega a los pacientes y de manera especial en la detección del cáncer de mama.
El colectivo de profesionales de la gastronomía de Cascajares, más que un grupo son una familia formada por más de una veintena de los más destacados artesanos de la gastronomía, no sólo en las especialidades gastronómicas de nuestra tierra, sino de otros lugares de España y fuera de ella. No se sabe si es un misterio o un secreto el porqué de este pueblecito segoviano ha salido toda una pléyade dedicada al arte culinario, que hoy en día están ocupando los más afamados restaurantes de Madrid e incluso del extranjero.
En palabras de Antonio Horcajo, presidente del Centro Segoviano de Madrid, que hizo la presentación de todo el acto, la afición de todos estos “chefs”, o maestros de cocina, les viene inculcada desde sus ancestros, cuando las madres, las abuelas, ante el fragor de sus lares de leños, trébedes y morillos cocinaban sus ollas, asaban sus cabritos o hervían sus verduras y legumbres.
Dio las gracias en nombre del colectivo Julián Barbolla. Fue en definitiva una jornada de auténtico segovianismo, tras la cual se sirvió la clásica tajada segoviana.